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Sacerdote maya salvó a explorador

 Sacerdote maya salvó a explorador

AGENCIA:

MÉXICO

 

Robert Stacy-Judd era un arquitecto inglés involucrado en el “Mayan Revival” (‘Renacimiento maya’), un movimiento arquitectónico que floreció en los años 20 y 30 del siglo XX. Este estilo tomaba su inspiración del arte y la arquitectura de las civilizaciones mesoamericanas precolombinas. Una de las obras más conocidas de Stacy-Judd, por ejemplo, es el Aztec Hotel, construido en 1924 en la Ruta 66 de los Estados Unidos en Monrovia, Valle de San Gabriel, California. Está de más decir que Stacy-Judd era un gran apasionado de los mayas. Aparte de su obra arquitectónica, la afición de Stacy-Judd se manifestaba en su sus expediciones para explorar la civilización maya y en sus escritos acerca de la antigua arquitectura maya.

Uno de los lugares que exploró Stacy-Judd fue la cueva de Loltún (palabra que significa en maya “flor de piedra”). Esta cueva se encuentra en la península de Yucatán, unos 5 kilómetros al sur de la ciudad mexicana de Oxkutzcab. La cueva contiene elementos arqueológicos que incluyen pinturas murales datadas en el período Preclásico Tardío de la civilización maya, y quizás fuera este hecho el que motivó a Stacy-Judd a explorar la cueva de Loltún.

Según Stacy-Judd, la suya fue la “quinta expedición que intentaba explorar este inmenso territorio subterráneo.” El arquitecto y entusiasta de la civilización maya iba acompañado por tres lugareños que le servían de guías.

Llegados a cierto punto, Stacy-Judd alcanzó una estrecha abertura, y atravesándola dificultosamente, entró en otra cueva. Pero cuando estaba a punto de volver atrás, el explorador vio algo que le hizo detenerse. Una suave luz, seguida por un rostro y una silueta humanos, se alzaba de un montón de rocas. Cuando Stacy-Judd tuvo una visión más clara de esta figura pudo observar que se trataba de “un anciano con un manto blanco” y “una calabaza de peregrino cubriendo su cabeza”, además de una “pequeña calabaza de peregrino doble de la que sobresalía una mecha encendida” en su mano izquierda.

Stacy-Judd llamó entonces a sus guías, quienes fueron capaces de comunicarse con el anciano al hablar la misma lengua. Aunque el explorador y sus guías no hablaban el mismo idioma, Stacy-Judd fue informado por ellos mediante signos de que se trataba de un sacerdote maya que custodiaba un tesoro. Le dijeron además que el sacerdote tenía 1.000 años de edad.

Stacy-Judd pensó que sin duda se trataba de una exageración, aunque calculó que el hombre “muy bien podía tener más de cien años de edad”. Finalmente, el anciano comprendió que se habían perdido y les guio hasta el exterior de la cueva. Stacy-Judd escribió que tras salir de la cueva “tomó tanto fotografías como vídeos de él,” y que antes de partir “deslizó algunas monedas en sus gastadas manos, no como recompensa, sino sencillamente como modesta expresión de nuestro aprecio”.

El anciano sacerdote maya regresó a la cueva y no volvió a ser visto jamás.

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