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Tren Parlamentario

La yunta que aró para que México nunca sembrara la rendición de cuentas

VICENTE BELLO

En las comparecencias de secretarios encargados de despachos presidenciales, durante el análisis de los informes de cada año, el PRI y PAN se las arreglaban para que el formato estuviera lo suficientemente cómodo y firme para que nadie los hiciera resbalar.

Se dividía en tres rondas de participación: En la primera y segunda, el secretario compareciente tenía todas consigo: Se presentaba con un discurso inaugural y, entonces, escuchaba los posicionamientos y reclamos de los diputados, que se sucedían uno por uno. Y al final, el compareciente, de una sentada, respondía a una tanda de tres o hasta de cinco legisladores.

En la tercera ronda de participaciones, o sea la final, desfilaban los diputados y a cada uno el secretario les respondía, y éste era entonces revirado, ya sea por el mismo legislador que lo había inquirido o por otro del mismo grupo parlamentario al que pertenecía el primero.

Pero al final de la comparecencia, siempre el último orador era el invitado, el compareciente, y no los de casa.

En esta 64 Legislatura, las cosas caminan de modo diferente, lo mismo en San Lázaro que en el Senado.

En las comparecencias de secretarios del gabinete presidencial, los empleados del presidente de la República comienzan con un discurso de presentación, para, de inmediato comenzar a escuchar cuestionamientos de diputados que representan a cada grupo parlamentario y, a cada uno de ellos, les tienen que responder, para, a continuación, escucharlos en la contestación de la contestación.

Es un pasito hacia la cimentación de la rendición de cuentas ofrecida por quienes ya conforman una nueva mayoría en el Congreso mexicano.

Otro cambio significativo fue la apertura de las tribunas para el debate, un ejercicio democrático y parlamentario que había sido inhibido por el PRI y PAN desde 1988, cuando estos dos partidos políticos fueron uncidos por Carlos Salinas de Gortari con el fin, expreso, de echar a caminar al país por los recodos del neoliberalismo.

Aquella yunta conformada por el PRI y por el PAN aró sin piedad sobre el país.

En los tiempos de Salinas reformaron el 130, el Tercero y el 27 constitucionales; Esta yunta castrada por Salinas  se puso a hacer leyes terribles, como aquella con la que desaparecieron a la Conasupo, un hecho que empobreció todavía más a la población rural.  Con la desaparición del órgano regulador de precios de productos básicos como el maíz, comenzó en México una Era de coyotes que se la han pasado depredando, como parásitos, a millones de campesinos.

Esa misma yunta de bueyes, conformada por legisladores del PRI y PAN en múltiples legislaturas, y ya en los tiempos de Ernesto Zedillo Ponce de León, decidieron rescatar una deuda bancaria con dinero de todos los mexicanos, cuando los deudores eran particulares, y muchos de éstos grandes capitalistas.

El próximo 12 de diciembre se cumplirán 20 años de aquel desventurado rescate. Y la deuda no disminuye, sino crece hasta el grado de que se calcula que estaría siendo pagada hasta dentro de 70 años.

Después vendrían muchas otras reformas, al amparo de los ayuntados priístas y panistas. Una muy reciente, y acaso la más salvaje, la más dolorosa, la más cruel de todas, fue la de 2014, cuando reformaron la Constitución para abrirles la puerta de México a las trasnacionales petroleras.

Y cada año, estos dos mismos partidos políticos cerraban la pinza haciendo que los formatos de comparecencia para la glosa de informes presidenciales sólo fuesen un remedo de rendición de cuentas.

Los cambios en el formato que han hecho sobre la marcha los legisladores de la incipiente 64 Legislatura tampoco son para echar las campanas al vuelo.

Se han comenzado a percibir resistencias al interior de Morena –el partido mayoritario- para que la rendición de cuentas se convierta en un ejercicio de pesos y contrapesos sólido, contundente, verdadero y absolutamente desbordado en  favor de los intereses del pueblo de México.

Es de suponer que el Congreso, cuya mayoría absoluta (la mitad más uno) ya la tiene Morena y sus aliados Pt y Pes (y están a muy pocos escaños y curules para alcanzar la mayoría colegiada (la de los dos tercios, requerida para cambios constitucionales), sólo espera que asuma la presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador  para entonces comenzar a legislar reformas de gran calado.

Y si así es, entonces entre éstas tendrán que haber reformas a la Constitución en materia de rendición de cuentas, otorgándole más poderes a las Cámaras del Congreso, verbigracia. O mejor aún: otorgándole más facilidades a la participación directa del pueblo.

¿Cómo? Acaso haciendo más fácil la participación ciudadana en cuanto a presentación de iniciativas o en cuanto a participación como candidatos. O también haciendo que las consultas populares sean protagonistas de las mayores decisiones políticas en el país.

Muchas de las promesas de López Obrador que más calaron en el ánimo de la gente, fueron las de hacer que el pueblo participe directamente en las decisiones políticas.

Ya no estarán el PRI y PAN para evitarlo, dada su menguadísima fuerza que ahora tienen en el Congreso.  Sólo habrá que esperar que aquellas decisiones de rufianes que tomaron priístas y panistas durante casi tres décadas  -simulando que eran contrarios, diferentes, cuando siempre eran iguales- no se vayan a repetir en este nuevo capítulo de la historia de México. Veremos.

Redaccion Diario de Palenque

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