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Profesora cambia la vida de sus alumnos a través del arte

 Profesora cambia la vida de sus alumnos a través del arte

Algunos estudiantes ingresan a la primaria José de Diego sin nunca haber tenido un pincel en las manos.

Esa escuela pública al oeste de Wicker Park atienda a unos 700 alumnos, 92 por ciento de ellos de familias de escasos recursos.

“Sus familias están en el nivel de supervivencia”, dijo Ruth Evermann, terapeuta del arte en De Diego. “Nuestros niños cargan su ira y eso te desalienta”.

Evermann canaliza esa ira en arte al trabajar con grupos de estudiantes para crear mosaicos, murales y pinturas extravagantes que adornan las paredes de los cuatro pisos del edificio —revisten las escaleras, enmarcan las fuentes e iluminan los pasillos.

Evermann ha trabajado en De Diego desde hace 30 años. Comenzó como profesora de kínder, pero su rol evolucionó conforme las necesidades de los alumnos cambiaron. Incluso cuando los presupuestos se han reducido y las escuelas se han visto forzadas a hacer más con menos, Evermann asegura fondos año tras año con la Fundación Oppenheimer Family para comprar útiles, lo que aumenta enormemente la posibilidad de proyectos que ella y sus alumnos pueden abordar.

Un caleidoscopio de azulejos, joyas y piedras de acuario cubren la parte interna de la entrada del plantel. Autorretratos de alumnos de preescolar adornan las paredes del sótano. Unos pisos arriba, dinosaurios pintados a mano pueblan lo que de otra forma serían paredes grises.

“Nuestros niños necesitan una voz”, señaló Evermann. “Esto les da esa voz. Dice ‘estamos aquí, somos importantes’”.

El trabajo de Everman es una especie de heroísmo discreto que con frecuencia escapa a la noticia.

Día tras día, año tras año, Everman educa a niños desde prekínder a octavo grado para crear belleza. Al hacerlo, Evermann les ofrece una nueva lente a través de la cual pueden ver su lugar en el mundo.

Algunos de los proyectos tardan meses, y también en ello hay belleza.

“Hablamos y trabajamos al mismo tiempo y eso les enseña la cohesión”, señala Evermann. “Muchos de los alumnos son ahora amigos, pero no siempre ha habido respeto. Esto les enseña otra forma de ser amigos”.

Conforme bajas los escalones en un ala de la escuela, 10 características de lo que aprenden los alumnos pueden verse en cristales de colores: Honestidad, conocimiento, asumir riesgos, cuestionar, reflexionar, comprensión, comunicación, pensar, criterio, principios.

Cada palabra está escrita en inglés y en otro idioma: Español, ruso, japonés, griego, hindú y demás.

“Hay riqueza en lo que aprenden”, mencionó Evermann. “Eso no siempre lo obtenemos de lo académico. Lo que aprenden es sobre arquitectura, escultura, técnica y espacio. Nuestros niños crecen con esto”.

Jackie Menoni, directora de De Diego, dijo que no es habitual que los alumnos griten obscenidades y reten a los profesores. Evermann, dice Menoni, haya la forma de calmarlos.

“Evermann es tan amable, tranquila y emocionalmente conectada con lo que ocurre en el edificio —cómo se sienten los padres y sus hijos”, señaló Menoni. “No he conocido a nadie como ella”.

Evermann tiene 76 años. No sabe cuántos años más va a trabajar, pero no se imagina haciendo otra cosa”.

“Esto es lo que soy”, dijo Evermann. “No lo reconocí cuando estaba joven, cuando buscaba mi lugar en el mundo”.

Evermann contó que creció al sur de California en un hogar donde predominaba el español.

“No prendí de forma tradicional”, dijo. “No leía ni practicaba matemáticas. No hablaba mucho. Pero constantemente me enseñaba a mi misma como hacer diferentes cosas con periódicos, piedras, palos, vidrios y cuentas. Mi trabajo aquí refleja mucho de mi”.

Evermann se identifica con las frustraciones de sus alumnos, esa sensación de pena que te acompaña cuando no sabes cuál es tu lugar.

Pero aquí, en la escuela, Evermann crea un espacio para ellos.

“Lo más notable es la comunidad que esto ha creado”, dijo Evermann. “Cuando los padres empezaron a venir, estaban con sus teléfonos o se sentaban en las escaleras. Ahora los niños dicen ‘¡mira mamá, yo hice esto!’. Los padres toman fotos. Los abuelos toman fotos. Es una sensación totalmente diferente porque ven lo que sus hijos han creado”.

Redaccion Diario de Palenque

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