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Política Cero

 Política Cero

JAIRO CALIXTO ALBARRÁN
Casi listaTodos unidos contra el salario mínimo

O sea, ni siquiera el secretario del Trabajo se puso así, como los adictos al capitalismo salvaje, cuando escucharon la idea mancerista de elevar unos cuantos pesos el salario mínimo. Digo, el país puede aguantar que desaparezcan 35 mil millones de pesos de las arcas de Coahuila mientras el góber Moreira le pone veladoras a su brother, pero a quién se le ocurre pagarle mejor al proletariado sin cabeza pues, como dicen los economistas yuppies, lo único que se ocasionaría serían godzillescos fenómenos inflacionarios de preponderancias aptas para la narrativa del fin del mundo.

Pero ni así, con toda esa paranoia, se puede superar a la de un tal Germán Martínez que, al parecer, confundió a mi general Cárdenas con Robben echándose un clavado. El gran Germy, quien capitaneando al PAN embistió los icebergs, ha defenestrado la figura de Lázaro Cárdenas con la misma histérica alegría con la aplaudía los michocanazos de Calderón, su Mamá Rosa. Eso está bien, que en medio de la batalla por la figura del general en su laberinto de hidrocarburos (lo mismo se le usa para la venta de garaje de Pemex, como para su defensa fundamentalista) aparezca un ilustre desconocido de pálido linaje a acusar al viejo héroe de populista-autocomplaciente-presidencialista-protocomunista-ateo. Lo mejor que le puede pasar a una figura histórica es la aparición de revisionistas, apóstatas y parricidas para que en el acto mismo de su empalamiento histórico surja el verdadero espíritu de su legado. Ese que Martínez pide que nunca resucite, una vez que ha sido asesinado por la reforma energética en un complot mongol que hermana al PRI-PAN-PVEM.

Es tan intensa, resentida y furiosa la exégesis del godinezco licenciado Martínez, que se diría que es un cardenista de clóset. Abomina tanto los arrebatos nacionalizadores y expropiatorios de don Lázaro, que sus diatribas representan el más grande ejercicio de amor político que haya podido profesarse. Bueno, apenas comparable con la confesión admirativa que hace Camacho Quiroz de Catémoc Gutiérrez, como si fuera el chozno predilecto de don Plutarco. Eso, por supuesto, provocó a las momias que viven del prócer sin pagar renta.

Quizá a Germy le faltó la morigeración que le sobró a Navarrete Prida, cuando mirando su relojote de 100 mil pesos afirmó que no se podía elevar el salario mínimo por decreto como pide Mancera.

Ojalá que nunca haya salario mínimo al presidente, para que no sepa lo que se siente.

Interludio
Román Revueltas Retes
¿Quién paga verdaderamente el precio de las sanciones?

A Irán, por lo peleón y respondón que ha sido el tenebroso régimen de los ayatolas, la comunidad internacional le ha recetado unas sanciones de pronóstico reservado. Anteriormente, tras la invasión de Kuwait, a Irak le habían aplicado también unos castigos draconianos. El país era gobernado todavía por otro de los camorristas de la escena mundial, el tristemente célebre Sadam Husein.

Pues bien, en el caso del territorio iraquí, el precio que pagó la población civil fue altísimo: en los hospitales, los niños morían todos los días por falta de medicamentos que les hubieran podido salvar la vida pero que no se conseguían en el mercado local debido, justamente, a esas sanciones que con tanta tranquilidad de conciencia dispusieron las muy civilizadas naciones de Occidente. Mientras tanto, Sadam y los suyos, tan tranquilos: a los déspotas nunca les ha preocupado el sufrimiento de sus pueblos. Más bien al contrario: su ley es el avasallamiento, su negocio es la opresión y su método es el terror. Y así, los pequeños iraquíes caían como moscas y el aparato del Estado dictatorial seguía tan inexpugnable como siempre.

Cabe preguntarse, entonces, por qué se han aplicado universalmente esos métodos de presunta coacción (con el aval de la Organización de Naciones Unidas, miren ustedes, al tiempo que la Unicef, que es un organismo propio de la gran institución mundial, denuncia la angustiosa situación de los infantes y de personas perfectamente inocentes en los países castigados) siendo que su único resultado es el dolor de los pueblos.
Ahora, todos van a por Putin, que es uno más de esos impresentables que gobiernan en este ancho mundo. Y, ¿qué pasa? Pues que el tipo sigue ahí, tan pancho, en plan machote y desfachatadamente pendenciero. Quienes van a sufrir las consecuencias son los rusos de a pie. Y lo peor es que no hay nada que hacer. Nada, excepto sentarse a esperar que la democracia liberal sea una realidad en todas partes.

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