Cancel Preloader

Diario de un Reportero

 Diario de un Reportero

Luis Velázquez

El atoleEl escritor implacable

La frase perfecta

La amante discreta

 

DOMINGO

El escritor implacable

Es de noche. El escritor Gustave Flaubert ha invitado un café en su residencia a su pupilo y familiar, el también escritor Guy de Mauppasant. Flaubert necesita compañía en el transcurso de la noche. Ha tomado una de las decisiones más ríspidas de su vida.

Flaubert y Mauppasant toman café en la sala. Cerca de la chimenea. Y a un lado hay un montón de cajas de Flaubert repletas de papeles, originales de prensa, borradores de cuentos y novelas y crónicas y reportajes, pues también era reportero.

Es hacia el final de su vida. La hora de hacer el balance, de igual manera como aquella tarde en Ginebra, Jorge Luis Borges se sentó en la banca de un parque para cotejar el pasado con el presente.

Y de pronto, Flaubert abre las cajas, lee y revisa los papeles y uno a otro va tirando al fuego, a la chimenea que arde. Está quemando parte de sus papeles.

“Pronto moriré”, dice al sobrino. “Y debo quemar los textos que escribí y me dejaron insatisfecho”.

Entonces, ordena a Mauppasant que le platique la novela, el cuento, que escribe por el momento.

A las 5, 6 de la mañana, Flaubert sigue quemando papeles. Era duro, exigente consigo mismo. Quizá ningún escritor como él fue tan implacable en la calidad de sus textos.

 

LUNES

La frase perfecta

De 6 de la mañana a 12 del día, todos los días Ernest Hemingway escribía a mano, con un lápiz, con un montón de lápices a un lado, por si se acababa la punta. Y un montón de gomas para borrar la palabra, la oración, la frase mal lograda, insatisfecha.

Escribía de pie, frente a la pared blanca, donde cada día anotaba el número de palabras que tecleaba para mantener la disciplina.

En la tarde, de 6 a 8pm, regresando de su viaje de unas tres, cuatro horas en el yate, releía lo que había escrito en la mañana.

Y tachaba. Y seguía tachando. Y corregía. Y cambiaba una palabra. Una frase. Un párrafo.

Un escritor, decía, un cronista, un reportero, necesita una lupa y una máquina trituradora en casa para borrar y desaparecer y quemar sin piedad el texto mal escrito, confuso, impreciso.

Hemingway tachaba mucho, en búsqueda siempre de la frase perfecta. Escribía seis horas diarias y a veces, con frecuencia, terminaba la jornada redactando sólo media cuartilla. La limpieza gramatical y literaria. La pulcritud. El ritmo en la frase. La creación y la creatividad.

 

MARTES

Vivir para dentro

Juan Rulfo solo publicó dos libros en vida. “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”. Luego de muerto, por ahí apareció otro. Pero su par de novelas y cuentos fueron suficientes para trascender en el país y en el mundo.

Escribía mucho. Pero tachaba más, mucho más. Rompía los originales. Igual que Flaubert los incendiaba. Ha sido uno de los escritores más críticos consigo mismo del país.

Una parte de su vida trabajó en Veracruz, en Ciudad Alemán, en la desaparecida Comisión del Papaloapan.

Y como era un hombre callado, silencioso, tímido, introspectivo, que vivía para adentro, se escondía atrás de una cámara fotográfica. Y siempre tomaba fotos de las personas y paisajes que conocía.

En su tiempo en Veracruz caminó en las zonas indígenas. También en las regiones étnicas de Puebla y Oaxaca.

Otro tiempo de su vida vendió llantas de automóviles. Y así caminó de norte a sur del país tomando fotos.

Incluso, su legado fotográfico es tan importante como su obra literaria. Dos libros bastaron para entrar a la gloria.

 

MIÉRCOLES

Una amante, su perdición

En marzo del año 1906, el escritor y periodista ruso, Máximo Gorki, desembarca en Nueva York. Llega exiliado y demonizado por los zares, a partir de su participación en la revolución de 1905. El pueblo norteamericano lo recibió con honores y gloria.

Iba, no obstante, con mucho fuego y ardor. Denunciar la autocracia zarista. Impedir el respaldo financiero de Estados Unidos a Rusia. Y recaudar fondos para el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, su partido.

Inicia su cabildeo. Toca puertas. Imparte charlas, conferencias. Recibe la solidaridad de otros escritores: Mark Twain, William DeanHowells, H. G. Wells, que están en la cúspide de la fama literaria.

Pero, entonces, oh paradoja, la cadena periodística de William Randolph Hearst inicia una campaña en su contra. Todo porque iba acompañado de su amante, la actriz Andreieva, y Randolph se creía enviado de Dios para defender el matrimonio en la tierra.

Y lo descarrila tanto, que ningún hotel quiso alojarlo a partir de la campañita mediática. Vivió entonces en una comuna.

Máximo Gorki publicó un libro de crónicas de su viaje a Nueva York. Se llama “La ciudad del diablo amarillo”, que así llamaba al oro.

 

JUEVES

Drástica disciplina

Hacia 1890, Antón Chejov era un escritor ruso exitoso. Entonces, retomó el ejercicio periodístico y organizó un viaje a la isla de Sajalín, en el Océano Pacífico, al norte de Japón, para un gran reportaje sobre la isla y la colonia penitenciaria en aquel extremo del mundo.

Médico de profesión que era, cuentista y novelista, antes de iniciar la aventura leyó 75 libros sobre la isla y el centro penitenciario. Durante seis meses se la pasó buscando información y entrevistando a los presos, atrás de historias de vida. Y luego, cuando regresara del viaje, al mismo tiempo que escribía la historia, publicada en 18 capítulos en un periódico, leyó 150 libros más, publicados sobre la isla.

El reportaje “de largo alcance”, como se le llama en el periodismo, se convirtió en libro, que así se denominó: “La isla de Sajalín”.

Según los biógrafos, Chejov acometió el periplo reporteril por el amor frustrado con una señora casada, que al final del día y de la noche prefirió seguir con su esposo y sus hijos.

Otros aseguran que la muerte de su hermana lo desmoronó por completo y fue a Sajalín para olvidar.

Otros que por su enfermedad, pues apenas y vivió 44 años. Otros, que por curiosidad.

El caso es que los académicos consideran aquel texto, el primer reportaje sobre un presidio en la historia de la literatura mundial.

 

VIERNES

La amante discreta

Las novelas y cuentos de Luis Spota, escritor y reportero, se están reeditando. Una de sus novelas fue convertida en película, con María Félix de actriz principal.

Spota fue aquel cronista del siglo pasado, que cuando ingresara a la plantilla reporteril de Excélsior, durante 45 días ininterrumpidos se llevó las 8 columnas. Nunca antes, ni después, aquella hazaña periodística se ha repetido en un periódico defeño ni tampoco en un periódico local.

La amada amante estelar de Spota fue la actriz teatral Elda Peralta. Ella, incluso, publicó un libro sobre su relación, luego de su muerte.

Por ejemplo, contó que cada 8 días, el lunes, Spota desayunaba con ella en su apartamento.

Años después, ni hablar, la esposa murió. Y pasados los ocho días, Spota le dijo que había platicado con sus hijos y tenía la autorización para que ella fuera a vivir a su casa.

“Mi lugar es aquí” dijo a Spota. “Y mi departamento es tu casa”.

Y ella, con gran dignidad, con muchísima dignidad, siguió esperando cada 8 días, el lunes, a Spota.

root

Notas Relacionadas