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Cambio y Fuera

Adriana Malvido

En agosto de 2013 asistí al curso “La libertad según l@s zapatistas” en Chiapas. Éramos mil 700 alumnos de todo el mundo repartidos en los cinco Caracoles, comunidades autónomas indígenas, en la selva Lacandona. Nunca vimos a Marcos. En diciembre de ese año y en enero de 2014, acudieron 5 mil estudiantes más para repetir la experiencia de convivir, durante una semana, con familias tzeltales, tzotziles y tojolabales zapatistas que nos abrieron las puertas de sus casas y de su mundo. Y nunca apareció el Sup.
A cada uno de nosotros se le asignó un Votán, que significa “guardián y corazón del pueblo”, como intérprete y traductor, guía y maestro durante meses capacitado para esa tarea. Mi votán se llamaba Celina. Como ella, José Luis Solís, el votán Galeano, acompañó a otros estudiantes de la “escuelita” zapatista hasta que fue asesinado el pasado 2 de mayo en el Caracol de La Realidad.
No fue necesario ver a Marcos para darnos cuenta de lo que han logrado las comunidades autónomas zapatistas en la construcción de un proyecto de vida inédito en el mundo. Donde el pueblo manda y el gobierno obedece, donde la relación con la Tierra y los recursos naturales es sagrada, donde la revolución comienza en casa todos los días, donde los niños ejercen su derecho a la alegría, la escuela y la salud; donde los ancianos son venerados, donde las mujeres pueden decidir su vida y con quién se casan (si quieren) y ocupan cargos en los tres niveles de gobierno, donde la diferencia se celebra y la paciencia y la organización les han permitido una vida de trabajo digna en y para la comunidad.
Luego de 500 años de explotación, el esfuerzo de estas comunidades, a lo largo de 20 años desde el levantamiento zapatista, es monumental. Ante eso, la desaparición de Marcos, lejos de ser un “fracaso” como tanto se ha dicho, es prueba de que, en esta nueva realidad que se construye, son las comunidades indígenas, su organización y el alcance de mejores condiciones de vida, los verdaderos protagonistas. Porque no hay mejor vocero que la realidad.
En el Caracol Morelia escuché a un migrante: “Aprendí que no nos tenemos que ir, que aquí podemos vivir”.
Por eso indigna tanto que les destruyan una clínica, una escuela, hieran a sus compañeros y les maten a un maestro. Y por eso hoy, desde la comunidad de Las Abejas (que no olvidan la masacre en Acteal) hasta Nueva Zelanda, se oyen voces de solidaridad con los zapatistas que responsabilizan al gobierno estatal y federal por las agresiones paramilitares y exigen justicia.
Aquellos que destacan del último discurso de Marcos, no el asesinato de José Luis Solís, sino aquello del “holograma”, y que insisten en “el fracaso del EZLN”, pasan por alto que dejar las armas para construir pacíficamente un proyecto alternativo de vida digna es, en el mundo de hoy, una hazaña colectiva histórica.
Las últimas palabras de Marcos antes de desaparecer y convertirse en Subcomandante Galeano: “(…) para rebelarse no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni salvadores. Para luchar solo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización”.
adriana.neneka@gmail.com

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