‘La Piedad’
- Arte y Cultura
- Redaccion Diario de Palenque
- 7 diciembre, 2023
- 17 minutes read
En 1498, un talentoso y prometedor escultor florentino de 23 años que había acudido a Roma a buscar fortuna recibió el encargo del cardenal francés Jean Bilhères de Lagraulas de, literalmente, realizar “la obra de mármol más hermosa que se haya visto en Roma” para decorar su tumba. El resultado estaba listo al año siguiente. La Piedad de Miguel Ángel Buonarroti se ha convertido en uno de los iconos de la escultura del Renacimiento y de todos los tiempos y fascina a todo aquel que la admira en directo.
La Piedad del Vaticano, o de Miguel Ángel, es la sublimación del ideal renacentista. Sus personajes, tallados hasta el más mínimo detalle, lucen una belleza impertérrita, ideal. ¿Por qué lo decidió así el artista? ¿Cómo y cuándo terminó convertida en uno de los mayores tesoros de la basílica de San Pedro? ¿Qué símbolos esconde? Una obra que continua, majestuosa sobre su propio altar, asombrando a quien la contempla.
La obra más hermosa de Roma
Siete millones de visitantes acuden cada año al Vaticano y sin duda la inmensa mayoría lo hace atraído por las obras maestras de Miguel Ángel Buonarroti, la capilla Sixtina, pero también la Piedad, que se exhibe en una capilla nada más acceder a la basílica de San Pedro. Protegida por una mampara de cristal, la contemplan 20.000 visitantes al día, como los de la imagen sobre estas líneas.
Amor, sacrificio y dolor
Una piedad es la representación de la Virgen sosteniendo en su regazo el cuerpo de su hijo muerto. Un tema dramático (que ensalza el sacrificio altruista, el dolor y el amor incondicional) muy popular entonces en el norte de Europa pero menos tratado en Italia. Sobre estas líneas, una piedad francesa de alrededor de 1400.
Un material único
Durante su estancia en Roma, Miguel Ángel había trabajado en varios encargos sobre bloques de mármol de mala calidad, por lo que esta vez decidió viajar personalmente a las canteras de Carrara , para elegir él mismo el bloque de mármol blanco sobre el que crearía su Piedad. Situadas 400 kilómetros al norte de Roma, en los Alpes apuanos, las canteras de Carrara eran las más apreciadas de Italia desde los tiempos de los romanos, que extrajeron de ellas el material para levantar los monumentos más representativos del imperio, como el Panteón de Agripa o la columna de Trajano.
Belleza conmovedora
Alejado del patetismo que caracterizaba a las piedades medievales, reflejo de la aflicción de una madre por la muerte de su hijo, la Piedad de Miguel Ángel conmueve por su perfección y su belleza artística. La estructura piramidal la dota de una gran harmonía visual.
Un cadáver perfecto
El biógrafo del Renacimiento, Giorgio Vasari, decía que entre “las perfecciones de esta obra” se hallaba el cadáver de Cristo, “los miembros, son poesía de mármol”. El cadáver está recién descendido de la cruz antes de que aparezca el rigor mortis, los dedos de la virgen se hunden en la piel de su hijo. “Alcanza una perfección que la carne rara vez logra formar”, sin duda reflejo del talento y los conocimientos anatómicos del artista.
Ubicación ideal
La escultura estaba destinada en un principio a la capilla de los Reyes de Francia de la antigua basílica de San Pedro, un lugar en el que recibía la luz natural desde unos ventanales situados sobre la capilla. Consciente del espacio que debía ocupar, Miguel Ángel diseñó la escultura para que la luz natural iluminara el cuerpo de Cristo y dejara en la penumbra a la virgen. Sabiendo desde donde recibiría la luz, el artista cinceló una línea horizontal en la frente de la Virgen que coincidía con el borde de la sombra que proyectaba su tocado, logrando que la luz sugiriese la presencia de un velo transparente en su rostro.
Muerte serena
Jesucristo “Tiene la cara suave y dulce”, según Vasari. Y la virgen no muestra dolor ni pena, sino más bien serenidad. Miguel Ángel reflejaba así la idea que no hay nada más bello que el amor y no hay amor más grande y puro que el de una madre, en consecuencia el amor de la madre de Dios es el ideal supremo de belleza.
Cuerpo artístico
“Unos miembros tan magníficos y un cuerpo tan artístico que nadie se atrevería a encontrar una figura desnuda en la que los músculos, las venas y los nervios se encontrasen colocados sobre los huesos con tanta atención”, remataba Vasari. El cuerpo apenas tiene signos de sufrimiento, la herida de lanza en el costado (junto a los dedos de la virgen) y los agujeros de los clavos, como el de su mano derecha.
La imagen de la pureza
Muchos contemporáneos de Miguel Ángel censuraron la juventud de la virgen, que casi parece una niña, frente a un Jesucristo que se ve mayor que ella. El artista contestaba con un argumento propiamente teológico: “¿No sabéis que las mujeres castas se conservan mejor que las impúdicas? ¿No es este el caso de una virgen que nunca sucumbió a la lascivia con su capacidad para afectar al cuerpo?”.
Recato
En contraste con la figura, casi completamente desnuda de Jesucristo, Miguel Ángel muestra una virgen completamente cubierta. Experto en desnudos desde su juventud –si bien es cierto que en su inmensa mayoría masculinos–, el atuendo de la madre de Dios no deja entrever ni un atisbo de su cuerpo que pudiera considerarse blasfemo o pecaminoso. El trabajo en los gruesos pliegues que disimulan su busto está realizado con un detallismo admirable. En la banda que cruza el pecho, el artista decidió rubricar su obra, la única en la que estampó su firma. Cuenta la leyenda que ante las dudas surgidas sobre su autoría (nadie creía que un individuo tan joven fuera el responsable de tal obra maestra), una noche se coló en la basílica para estapar la firma: Michael A(n)gelus Buonarotus florentin(us) facieba(t), “Miguel Ángel Buonarroti, florentino, la hacía”.
La firma
Este relato, aunque bello, es casi seguro, falso. La frase está demasiado bien cincelada como para no ser una idea premeditada. En realidad representaría una muestra de orgullo por tener una obra en tan insigne lugar y una comparación con los grandes escultores del mundo clásico. Su nombre está partido en dos, Michael Angelus, cuando su forma italiana es Michelangelo, tal vez como referencia a su talento celestial. Así mismo, la última palabra faciebat, podría traducirse por “hacía”, una fórmula que utilizaban los antiguos escultores grecolatinos para firmar sus obras en vez del más “correcto” gramaticalmente fecit, “hizo”, como signo de modestia… Aunque en esta ocasión significara exactamente lo contrario.
La roca
En la actualidad, la escultura se exhibe sobre una base monumental, pero originalmente se sustentaba en el suelo sobre una base que imita una roca, sobre la que caen los ropajes de la virgen. Este era un recurso usual en Miguel Ángel, ya que era una imitación de los pedestales de roca sobre los que sea sentaban las estatuas antiguas. En esta ocasión también funciona como símbolo teológico ya que la roca remite al Gólgota, lugar de la crucifixión, al monte Vaticano, sede de la Iglesia, y a San Pedro, la roca sobre la que se edificó el cristianismo.
Muerte y renacimiento
A los pies de Jesucristo surge un tronco que tiene una doble función, no es solo un soporte físico para que la pierna izquierda no quede colgando y sufra riesgo de romperse, también tendría la función simbólica de representar la regenaeracón, la vida y la resurrección.
Una obra herida
El 22 de mayo de 1972, un hombre con problemas mentales atacó a la escultura y dañó seriamente con un martillo el rostro y la mano izquierda de la virgen frente a un grupo de horrorizados visitantes. Afortunadamente, los daños pudieron ser reparados y tan solo se aprecian unas levísimas marcas, como la que puede observarse en la nariz.