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Interludio

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Román Revueltas Retes

Levitaciones en el Congreso¿Albergue infantil o infierno terrenal?

El mundo funciona porque, a pesar de todos los pesares, siempre termina por haber gente capaz de realizar esfuerzos extraordinarios. Hablo de ese hecho, alentador, de que muchos individuos de la especie no se contentan, como la gran mayoría de nosotros, de estar ahí nada más y de vivir meramente su cotidianidad — e inclusive, de cumplir de manera intachable con sus deberes y obligaciones— sino que, luego de dirigir una mirada a su entorno y de constatar la omnipresente dureza de las cosas (y, sobre todo, de comprobar el sufrimiento de tantos otros humanos) deciden participar activamente en la solución de los problemas o, dicho en otras palabras, en mejorar el espacio en el que todos vivimos.

Hay así personas que se desempeñan en organizaciones de ayuda a los demás, que atienden a los viejos desamparados, que se ocupan de los huérfanos, que emprenden proyectos beneficiosos para la comunidad, que viajan a extraños países para socorrer a los refugiados o que, de entrada, hacen siempre algo más para aliviar el dolor y el infortunio de los humanos.

Y, al saber que alguien se ocupa ya de la tarea, quienes no llevamos a cabo acciones altruistas nos sentimos extrañamente eximidos, dispensados y exonerados de ocuparnos del tema. Es muy incómodo, desde luego, dejar los reconfortantes ámbitos que ocupamos todos los días para enfrentar con toda determinación el universo del dolor ajeno. Imaginen ustedes la experiencia de atender a un sujeto aquejado de repelentes dolencias o de estar ahí, en el sórdido escenario de la miseria, donde la desgracia se despliega de una manera tan descarnada como brutal. O piensen en los riesgos que corren quienes se colocan, por voluntad propia, en medio de un grupo amenazados y que se solidarizan con su precariedad. Pues bien, hay gente que da el paso adelante y que colabora de todas formas. Y, desafortunadamente, hay también individuos siniestros que se cuelan ahí para perpetrar sevicias. El mal brota, incontenible, donde menos lo esperas.

Cambio de Frecuencia

Fernando Mejía Barquera

Comida chatarra: regulación insuficiente

Finalmente se reconoció “oficialmente” que la excesiva publicidad de comida chatarra es una de las causas de que en los últimos 30 años subieran de manera alarmante los índices de sobrepeso, obesidad y diabetes en México; ciertamente no es la única, pero sí de las más importantes.

Horarios y películas

El martes entraron en vigor los lineamientos elaborados por Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) con el fin de regular la publicidad, en cine y tv, de “refrescos, botanas, confitería y chocolates”; se publicaron en el Diario Oficial el 15 de abril de 2014, con la indicación de que entrarían en vigor en un plazo de 90 días.

La publicidad de esos productos — parte fundamental de la dieta mexicana, al grado de que hay quienes consumen refresco, papas fritas y barras de chocolate como desayuno, comida o cena — estará fuera de los horarios en que, se supone, niños y niñas ven la televisión.

No podrán anunciarse en tv abierta y restringida entre las 14:30 y 19:30 horas, de lunes a viernes, y de 7:00 a 19:30 horas sábados y domingos. En el caso de las salas cinematográficas, la restricción se aplicará cuando en ellas se exhiban películas con clasificación A y AA.

Caso perdido

Solamente se les sacó de los horarios y películas “para niños”, quizá porque la autoridad llegó a la conclusión de que los adultos consumidores de comida chatarra son un caso perdido y difícilmente abandonarán su ingesta habitual, pero a los niños “hay que cuidarlos”.

Los hombres y mujeres adictos a la comida chatarra probablemente dejarán de consumirla cuando se les diagnostique diabetes o problemas cardiacos; en el caso de los infantes, habrá que ver, con el paso del tiempo, si la medida anunciada por el gobierno contribuye a que la actual generación llegue a la adolescencia y a la adultez con un consumo menor de refrescos, botanas y confitería en relación con las dos o tres precedentes.

Obesidad y diabetes

Las cifras presentadas por la Cofepris en los lineamientos para regular la publicidad de comida chatarra son contundentes:

a) En la población escolar de 5 a 11 años la prevalencia de sobrepeso es de 19.8 por ciento y la de obesidad de 14.6.

b) Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, “la diabetes mellitus afecta a 9.2 por ciento de la población del país, lo que representa un incremento de 2.2 puntos porcentuales respecto a 2006”. De acuerdo “con estimaciones de la UNAM, el costo de la obesidad fue de 67 mil millones de pesos en 2008”.

c) Según la OCDE, México “ocupa el octavo lugar de obesidad en niños, con una prevalencia de 28.1 por ciento, y el cuarto en niñas, con una prevalencia de 29”.

Medios “a salvo”

Habrá que ver hacia dónde fluye la publicidad de comida chatarra que se prohíbe en horarios de tv para niños y en películas A y AA en el caso de las salas cinematográficas.

En los lineamientos de la Cofepris se indica que esos productos sí podrán anunciarse “durante la transmisión de telenovelas, deportes, noticieros, series cuya clasificación oficial o de origen no se considere apta para menores de edad y películas cuya clasificación oficial o de origen sea B, B15, C o D”, sin importar a qué hora se transmitan. Es decir, que si una niña o un niño ve telenovelas junto con su papá o su mamá —costumbre arraigada en México— o partidos de futbol, podría estar “expuesto” a la publicidad de comida chatarra, aunque esos programas se transmitan de 14:30 a 19:30 horas de lunes a viernes y de 7:00 a 19:30 los fines de semana.

Solución compleja

Igualmente, la radio queda libre de restricciones en cuanto a la transmisión de ese tipo de publicidad, quizá porque se consideró que dicho medio ya no atrae a los niños de seis a 12 años; por supuesto, si no los atrae es porque las emisoras comerciales dejaron de interesarse en ese target desde hace tiempo y, en consecuencia, de producir programación para él. ¿Habrá un repunte de publicidad de comida chatarra en la radio para aprovechar esa ausencia de restricciones? Y también quedan, por supuesto, la publicidad exterior e internet, un medio al que la población infantil tiene cada vez mayor acceso.

Restringir la publicidad de comida chatarra está bien, pero no es suficiente. El proceso que nos condujo a ser uno de los países líderes en obesidad y diabetes se inició en los 80 y es multifactorial: incluyó  cambios en los hábitos de alimentación para incorporar la comida y la bebida chatarra, cuyo consumo fue estimulado por una publicidad exagerada y cotidiana que ha durado décadas, pero también influyeron la reducción de los espacios para hacer ejercicio —hoy es un privilegio tener acceso a parques, jardines y centros deportivos— y una pésima educación sobre el cuidado del organismo, tanto en las casas como en las escuelas.

La solución, por lo tanto, debe ser también multifactorial.

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