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El último canto: la extinción de un linaje de 15 millones de años.

 El último canto: la extinción de un linaje de 15 millones de años.

El canto melodioso de una hermosa ave hawaiana, el ‘ō’ō de Kaua’i (Moho braccatus). El sonido que se escucha, editado por el artista Robert Davis en el año 2009, fue tomado de una grabación previa realizada en 1983, en el medio natural; Davis limpió los ruidos de fondo, y añadió un eco y unos grillos para hacerlo más atractivo.

El sonido que se escucha, más específicamente, se trata de un canto nupcial, un canto muy peculiar en el ‘ō’ō . A diferencia de la mayoría de las aves, donde el macho canta y la hembra simplemente escoge al que le parece más adecuado, en el ‘ō’ō se da un dueto. Cada vez que el macho canta, la hembra responde, de tal modo que el canto se va alternando del uno a la otra. Como si se tratara de los grandes éxitos de Pimpinela.

Un canto solitario

Sin embargo, en este audio, solo se escucha el canto inicial del macho, y cuando debería cantar la hembra solo hay un silencio. El macho insiste, pero la hembra no responde. Es el canto de la soledad de un macho que no encuentra una hembra que cortejar.

Es el canto más solitario que se puede uno imaginar, esperando la respuesta de una hembra que no está. Un joven macho, tratando de buscar compañía, sin saber que es el último de su especie, y que cuando él muera, la especie se extinguirá.

En una isla tan pequeña como Kaua’i, es raro que no llegue a escucharse el canto de ninguna hembra ante el canto de un macho. A menos que el motivo sea que ya no existe ninguna hembra. Y eso es, exactamente, lo que sucede en este caso. Hasta donde sabemos, la última hembra del ‘ō’ō murió durante el paso del huracán Iwa, en 1982.

Hace 40 años, en 1983, fue la última vez que se grabó el canto del último ‘ō’ō, aunque se le volvió a ver revoloteando en los bosques de Kaua’i en 1985, y los lugareños aún siguieron escuchando el canto, solitario durante otros dos años más.

Pero desde 1987, silencio.

El final de un linaje de 15 millones de años

Su muerte supuso, efectivamente, la extinción de la especie. Pero las consecuencias fueron más graves. También el macho era el último miembro vivo de todo un linaje de aves, la familia Mohoidae. Un linaje con más de 15 millones de años, cercenado en un último canto de un joven macho.

Por supuesto, no debe sorprender el hecho de que fue el ser humano y sus actividades, lo que llevó a este último representante a su extinción. Lo mismo ha sucedido con otras muchas especies, como el dodo, el cuagua, el kokako o el melomy de Bramble Cay; que desaparecieron por la caza masiva, la deforestación o el cambio climático.

Sin embargo, en este caso, aunque el clima y la pérdida de hábitat contribuyeron a que la especie entrase en condición de riesgo y fue el huracán de 1982 el que atestó la última puñalada a la especie, la causa principal de la pérdida de población que arrastró al ‘ō’ō hasta su extinción fue la introducción de especies exóticas en la isla de Kaua’i.

Invasoras en Hawai

Uno de los sucesos con un impacto más contundente en la población de ‘ō’ō en Kaua’i fue la introducción de la rata negra (Rattus rattus). Aunque es originaria de India y el sudeste asiático, su afinidad por aproximarse a las poblaciones humanas hizo que se distribuyera por Asia y Europa.

Los barcos, oscuros, húmedos y llenos de comida, eran lugares atractivos para las ratas, y en la mayor parte de las ocasiones entró en nuevos ecosistemas accidentalmente. Sabemos que los romanos la introdujeron en las islas británicas en el siglo I de la era común. Se extendió por América con la misma facilidad con la que lo hicieron los europeos, y colonizó Australia con la llegada de los once barcos británicos de la Primera Flota a la Bahía Botánica, en 1788.

La rata negra presenta una capacidad muy elevada de competencia, puede actuar como depredadora y como transmisora de enfermedades. Además, reduce la biodiversidad nativa, degrada y altera la estructura del hábitat, al ser una especie transformadora, y modifica las redes tróficas. Todos estos impactos pueden ser graves en cualquier ecosistema susceptible de ser invadido, pero resultan particularmente destructivos en un ecosistema insular, como el archipiélago hawaiano.

Los patógenos que causan estas enfermedades tampoco existían en Kaua’i, hasta que el ser humano los introdujo. Tanto los patógenos como los vectores que los transmiten fueron introducidos accidentalmente, junto con aves introducidas deliberadamente como mascotas. Más especies invasoras.

Una lección que aprender

Las especies invasoras son, hoy, uno de los mayores motores de extinción de especies en el mundo. Afortunadamente, el ser humano, gracias a la ciencia, puede aprender de sus errores, y dispone de herramientas que permiten predecir comportamientos invasores antes de que se produzcan. Prevenir es la mejor forma de evitar el impacto de las especies invasoras. Solo así se podrá evitar que otro pájaro solitario cante en busca de compañía, sin saber que es el último de su especie y que está entonando su último canto.

Redaccion Diario de Palenque

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