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Hablando de historia

 Hablando de historia

Cronista municipal de Palenque

.Agustín Román Alvares Bolívar

A ti mí siempre fraterno amigo lector al concluir el día de hoy la cuarta parte de la valentía de Fray Pedro fundador de Palenque espero que guardes este documento que es una de las partes más interesantes de la historia de Fray Pedro en la selva lacandona. Te sigo invitando para seguir leyendo mis materiales de investigación sigue cuidándote y nos leemos el próximo martes.

Recibe mi gratitud.

La valentía de Fray Pedro (parte cuatro).

En 1576, tres años después de la expedición infructuosa al país de los itzáes, llegaron a España los primeros informes acerca del trabajo de pacificación que Fray Pedro estaba desempeñando con tanto éxito desde hacía más de diez años. El 15 de mayo de 1576, el rey mando órdenes por real cédula a la Audiencia de Guatemala y al gobernador de Yucatán para que ayudaran en adelante al fraile misionero. Estas instrucciones no recibieron respuesta inmediata. Solo en 1579, el nuevo gobernador de Yucatán, Guillén de las Casas, autorizo una segunda entrada al Petén-Itzá. De nuevo se dio el mando a Fray Pedro Lorenzo y al escribano Feliciano Bravo. La expedición que salió de Tenosique contaba con doce o trece españoles y unos cincuenta indios. Entre estos figuraban otra vez “Indios de Lacandón y Pochutla”, acompañados por su cacique, llamado Cenuncabenal. Sin duda se trata de pochutlas y topiltepeques, originarios del pueblo de Ocosingo.

Acompañaron a Fray Pedro en calidad de guías, puesto que conocía el territorio enemigo por haberse aventurado en el pasado hasta los alrededores inmediatos de la laguna de Petén-Itzá, donde habían presentado Plaza central de Ocosingo, Chiapas batalla con los itzáes. Los exploradores siguieron la misma ruta que en 1573, pero penetraron más tierra adentro hasta que llegaron a una montaña, de donde alcanzaron a ver la laguna con la ciudad isleña de Tayasal en medio de ella. En ese momento se apoderó de nuevo el miedo de los indios amigos, y Fray Pedro, debilitado por la fiebre, se vio otra vez obligado a tomar el camino de regreso. Haciendo el resumen y la evaluación de laexpedición, el misionero escribió más tarde al rey, diciendo “. . . que ahora el paso y la entrada a los infieles seconocía y que tenía fe que su conversión se pudiera lograr con la ayuda de dios, pues es su obra. . .”.

La entrada de 1580 fue la última actividad misionera de Pedro Lorenzo. Después se hace sobre su vida el silencio. El fraile murió probablemente en el mismo año de 1580 a poco tiempo después. La tradición oral, recogida por el cura de Palenque en 1715, indica que Fray Pedro termino sus días entre sus queridos indios palencanos, venerado por ellos e ignorado por sus hermanos de religión. Los superiores de Fray Pedro castigaron a su súbdito desobediente, silenciando los éxitos excepcionales que el misionero había tenido en sus múltiples reducciones. En 1720, Francisco Ximénez reconoció que “. . .en la provincia están olvidadas sus memorias, y tanto que ni en las actas se hace memoria de su muerte. . .”, puesto que durante su vida fue considerado “ajeno de la religión” y “fraile fugitivo o secuestrado”. El disgusto de los superiores llegó a tal grado que rehusaron incorporar dentro de la misión dominica los pueblos de Palenque, Tumbalá y Tila, es decir toda la zona chol del norte, reducida por Fray Pedro. Cuando el entonces obispo de Chiapas, Fray Andrés de Uvilla, les pidió algunos pueblos para dar en beneficio al clero secular, la orden de Santo Domingo estuvo feliz de poder renunciar a los tres pueblos mencionados. En contraste con el silencio de las fuentes religiosas, los documentos civiles de la época hacen el elogio de la vida ejemplar la personalidad y la seria preparación de Pedro Lorenzo.

Un escrito anónimo califica de “. . .gran servidor de Dios, de grandes letras. . .”.

Pasó siglo y medio antes de que la orden de Santo domingo se diera cuenta que había tenido en la persona de Fray Pedro Lorenzo a uno de los mejores misioneros del siglo XVI. En 1714 llegó a Chiapas una orden del padre general de los dominicos, Fray Antonin Cloche, para que se recogiese toda información posible acerca de la actividad de los frailes predicadores en el pasado, a fin de escribir una nueva historia de la misión en Centroamérica. El provincial de Chiapas y Guatemala, Fray Pedro Marcelino, solicito del cura de Palenque “las noticias más auténticas que se pudieran adquirir de las cosas del P. Fr. Pedro Lorenzo”. El cura no pudo más que recoger algunas tradiciones muy vivas, cierto, pero asimismo embellecidas hagiográficamente, a través de las cuales era prácticamente imposible llegar a la personalidad autentica de Fray Pedro. Pero los datos recogidos eran suficientemente impresionantes para que Francisco Ximénez, apoyándose en el informe del cura de Palenque hiciera del fraile renegado un singular elogio, llegando a calificarlo de santo. Fue una rehabilitación tardía pero merecida de un misionero que había sido considerado durante mucho tiempo “ajeno a la religión”. Ximénez, sin atreverse a censurar la actitud cerrada de los superiores de Fray Pedro, reconoció sin embargo que este había hecho bien en preferir obedecer a una voluntad superior. Estamos lejos del juicio severo de los contemporáneos de Fray Pedro, que habían condenado a su hermano en la religión por temor a que la política de represión aceptada oficialmente por ellos no sufriera demasiado en comparación con el método sencillo de predicación evangélica, aplicado con tanto valor y discreción por el más atrevido y consecuente entre ellos.

Redaccion Diario de Palenque

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