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Violencia política


El Estado, como toda organización, posee una teleología, una finalidad. Al paso del tiempo los estudiosos de la materia han ido considerando distintos objetivos que deben ser perseguidos por las estructuras estatales, pero hay uno que nunca puede dejar de ser el principal: brindar seguridad a sus ciudadanos.

La violencia es el método más primitivo y consustancial a la naturaleza humana para resolver conflictos y para determinar la relación de mando-obediencia entre los hombres. Es el Estado quien detenta el monopolio de la fuerza como medio de control social, a través de las normas del derecho, para garantizar la convivencia pacífica en la sociedad.

Recordar lo anterior es imprescindible dados los lamentables episodios que se han apoderado durante las campañas electorales: presidentes municipales, diputados locales, candidatos amenazados y hasta asesinados; provocaciones agresivas e irrupciones violentas en los actos de campaña.

La violencia amenaza con empañar el proceso electoral más grande y complejo de la historia de nuestro país y a nuestra democracia. El Estado debe brindar garantías y vigilancia al desarrollo de las campañas, así como velar por la integridad de todos los candidatos, en especial los que aspiran a la Presidencia de la República.

El llamado que ha realizado el Instituto Nacional Electoral a los partidos políticos y candidatos es de suma importancia. Existe una gran responsabilidad de las dirigencias de los partidos políticos —como de los propios contendientes— de ser ejemplo de respeto y tolerancia a las diferentes ideas.

El gran valor de la democracia se nutre de la pluralidad. Saber escuchar y respetar al otro, enriquece y perfecciona las propuestas propias.

La violencia que vive el país impacta en forma directa nuestros procesos de participación democrática. Pero también, hay que señalarlo —de manera contundente—, que el actuar de los candidatos puede generar un fuerte impacto en los ciudadanos.

El tema es especialmente delicado, pues un discurso en el que se privilegie la descalificación y el insulto termina por abonar en el terreno del odio y la intolerancia. El miedo, enojo y desilusión de la ciudadanía contra la inseguridad, corrupción y desigualdad social es innegable. Pero resulta inadmisible que las estrategias de campaña inviten a expresar sus malestares mediante el insulto, agresión, amenazas y hasta la violencia.

Las críticas y propuestas contrarias al pensamiento de los candidatos deben ser contrarrestadas con argumentos y mejores iniciativas. Las elecciones son el acto por excelencia del poder soberano del pueblo; y los partidos políticos y candidatos deben dar un panorama claro a los votantes para que puedan realizar la mejor selección.

Los mexicanos deberemos elegir a los mejores, más preparados, con experiencia para la difícil tarea de gobernar, aquellos que cuenten con los mejores atributos. La violencia es el fracaso del derecho. Castiguemos con nuestro voto a quienes la convoquen, porque con seguridad, habrán de utilizarla cuando tengan en sus manos el poder político.

En la clase política deben aprender a ser diferentes, sin ser enemigos. Porque finalmente van a tener que vivir en el mismo país después de la contienda.

Como Corolario, la frase del filósofo español José Ortega y Gasset: “La salud de las democracias depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario”.

FUENTE/ Excélsior

Redaccion Diario de Palenque

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