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Van pero no están

 Van pero no están

Muchas personas asisten al templo pero al comenzar el sermón, literalmente se duermen.

El día de ayer se celebró el segundo domingo de cuaresma, como cada domingo a medio día la iglesia lucia llena, casualmente ayer fue el Día de la Familia Mexicana, por lo cual se pudieron apreciar algunas familias que acudieron a escuchar la palabra del señor; la Misa fue celebrada por el padre Hugo Esparza.
El evangelio en esta ocasión aludía a la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, en compañía de Elías y Moisés, ante la presencia de tres apóstoles a quienes dejó ver la pureza de su alma, mientras del cielo se escuchaban las palabras “Éste es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle”, fueron las palabras con las que iniciaba el sermón.
Para algunas señoras de edad avanzada, el asistir a una iglesia aun es símbolo de respeto, pues llevan la cabeza cubierta con un rebozo como acostumbraban en el siglo pasado, situación contraria a las jóvenes de hoy que llegan un poco más frescas.
Muchas personas asisten al templo pero al comenzar el sermón, literalmente se duermen o a lo mejor se concentran para poder analizar el mensaje que el sacerdote, dirigirá con respecto a las lecturas y como se debe de comportar, para poder apuntar su nombre en el libro de la vida.
Como en cada celebración los niños, se sienten un poco incómodos pues no saben el motivo de estar una hora, rodeado de personas que no conocen por lo cual los llantos y gritos se dejan escuchar durante toda la celebración.
Muchas personas al notar la presciencia de la lente de este rotativo desvían la mirada y la atención de las palabras que dirige el sacerdote, para poner más atención en ver a quien le toman fotos o porque e inclusive desvían la mirada para no ser retratados y a lo mejor salvarse de salir en el periódico.
Al llegar el final de la celebración, escuchando las palabras “podemos ir en paz la misa a terminado”, muchos apresuran el paso a salir, a lo mejor tienen otro compromiso, mientras otros se acercan al sacerdote para que les de la bendición con el agua consagrada.

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