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Su piano sigue sonando

 Su piano sigue sonando

Camina lento pero con paso firme. A sus 72 años, su piano sigue sonando tan puro como décadas atrás. Tras un fructífero ensayo, casi una lección magistral, se sienta en su camerino y atiende a ABC para hablar de música, de política y de la vida. El maestro no se esconde.

-Cuando viene a España, suele tocar en recital como solista. En Coruña, sin embargo, desde hace unos años, lo hace junto a la Sinfónica de Galicia. ¿Por qué?
Por la excelencia de la orquesta que ya he experimentado en el pasado. La primera vez, con dos conciertos de Mozart, y también la segunda. Por tanto, vuelvo con satisfacción a La Coruña con la variación de que ahora el concierto lo dirigirá mi hijo.

-Permítame la provocación. ¿La música clásica se ha quedado antigua?
(Largo silencio) Las palabras antiguo y moderno referidas al arte son siempre insatisfactorias. Antiguo da una idea de no actual, algo que no nos afecta a nuestra vida diaria. No me satisface esa definición. Y decir que el arte debe ser necesariamente moderno es también profundamente insatisfactorio, porque el gran arte tiene una visión que va más allá de la edad, un ideal de eternidad. La esencia del arte hace que cualquier adjetivo que se añada sea insuficiente.

-Entonces, ¿por qué tenemos una crisis en los teatros? ¿Por qué la música clásica pierde público?
La verdad, no lo sabía. Evidentemente, siento que esto ocurra.

-¿Nos hemos vuelto insensibles al arte en Europa?
No lo creo, no lo he visto. Yo no he presenciado esa pérdida de público, pero entiendo que pueda suceder. Espero que se trate de una crisis que pueda superarse en el futuro. La sociedad necesita del arte. El arte no es una distracción ni una cosa superficial. La cultura y las manifestaciones artísticas en general son no solo útiles, sino extremadamente necesarias para la sociedad. Claro que entiendo que la gente esté agobiada por la crisis, con problemas de subsistencia y que no esté para comprender la importancia de la cultura. Pero la tiene, más aún en estos momentos de crisis.

-Si es tan importante, ¿por qué se recorta en cultura?
Error fundamental. Puedo entender las razones matemáticas de cuadrar unas cuentas públicas. Hay poco dinero y se debe ahorrar. Pero recortar en cultura es un error fundamental. Estoy convencido.

-Usted y el maestro Abbado, allá en los años 60, dieron una serie de conciertos en fábricas de Italia…
Bueno, hicimos algunos conciertos en fábricas, pocos para que sean una excepción, la verdad. Pero sin duda el maestro Abbado y yo, junto con otros artistas, participamos en La Scala en una serie de conciertos dedicados a estudiantes y trabajadores, había una intención de ampliar el público de los conciertos, de la música clásica, y no restringirlo a los ricos o las clases pudientes. La música debe estar a disposición de todos. Era un pensamiento que teníamos todos los que participábamos y que nos llevó a hacer algunas de esas cosas, como los conciertos en fábricas.

-¿Y ese pensamiento se ha perdido?
No digo perdido, pero sí ciertamente descuidado.

-¿Hay un riesgo de que la música clásica acabe como pieza de museo?
La música, un concierto de Beethoven interpretado con vitalidad, en el momento en el que es representada en una sala de conciertos, aunque sea de otros tiempos, y suena con vitalidad, alcanza una estatus que desde luego no es el de pieza de museo. Beethoven toca profundamente el alma humana, también puede hacerlo una gran obra de arte en un museo, eso es evidente, pero quiero decir que la fuerza de la música es extraordinariamente directa y tangible para cualquier persona. Lo que no hemos dicho es que hay una pérdida de la vida musical en nuestros días, incluso con la clásica contemporánea. Esto sin duda no transforma la clásica en una cosa de museo, pero no la hace actual. Y si el público tampoco puede escuchar piezas contemporáneas en las programaciones, pierde confianza en que sea una música moderna.

-Más de cincuenta años tocando el repertorio romántico, ¿qué le ha permitido aprender la experiencia?
Por ejemplo, el Quinto de Beethoven lo toqué de muchacho, y visto con la perspectiva actual, entonces estaba completamente ayuno de la comprensión de esta obra maestra. Lo confieso, aunque me avergüence. Es la realidad. Indudablemente hoy estas notas significan otras cosas que me parecen claras, aunque no me atrevo a decir que lo entienda completamente, pero sí me dan un mensaje más claro de lo que el autor pretendía en su composición, y lo toco con un placer centuplicado.

-Un pianista, aun con toda su trayectoria, ¿sigue teniendo la necesidad de estudiar y aprender?
Es necesario estudiar porque el repertorio nunca se acaba. Pero incluso las más conocidas, aquellas que se han tocado repetidamente, claro que deben ser estudiadas. Tanto del punto de vista espiritual como del estrictamente técnico. Siempre hay necesidad.

-¿Se siente el último pianista de una generación?
(Sonríe) No, no, esto me fastidia mucho. Yo tengo mis años, pero pienso que hacer música exige una conjunción espiritual esencialmente juvenil, y que el artista tiene en el momento en el que ejercita su talento. Yo no me siento un hombre de mi edad, nunca lo pienso. Como artista debo estar más allá de esta distinción.

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