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Crónicas Urbanas

 Crónicas Urbanas

Humberto Ríos Navarrete

El gran informeMúsico, pintor y estrambótico

Músico, dibujante, diseñador y pintor. Es Arturo Ruelas, vocalista de la banda skasera Los Estrambóticos, quien desde hace 21 años combina actividades en las que bulle esa creatividad que trae en las venas, herencia de sus padres, como lo demuestra en esa imagen del corazón sangrado, que representa a la Ciudad de México, donde plasmó los contrastes de dos sentimientos: amor y odio.

Forma parte de una generación de músicos, integrantes de otras bandas, que también son pintores, como  Álex, de Los Esquizitos; José Fors, de La Cuca, y Sergio Arau, de Botellita de Jerez, a quienes admira y en algunos casos,  con humildad, coloca delante de él, que comenzó a dibujar en revistas para niños y colaboró en proyectos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

En su guarida, como la llama, situada en  la planta baja de un viejo edificio de la colonia Nápoles, el estrambótico pintor tiene el estudio, donde guarda utensilios de trabajo y desde ahí, con jazz,  blues y otras fusiones de fondo, se remonta a su niñez, periodo de su vida en el que germinaron sus vocaciones.

—¿De músico a pintor, o de pintor a músico?
—En un día paso de pintor a músico y de músico a pintor; obviamente la música, desde los nueve años, pues empecé a tomar clases de piano… y mi mamá es fanática de la historia del arte…
—¿Cuál fue primero?

—No sé si las imágenes hicieron música o al contrario; para mí, desde que tengo uso de razón, las dos han estado en mi vida. Es como tener dos casas en la misma calle; es decir, de la música a las artes plásticas. Empecé a publicar en febrero del 89, en Chispa, una revista infantil, y estudié diseño gráfico en Bellas Artes. En ese tiempo formamos el grupo Los Estrambóticos y ahí empezó toda la carrera musical formal. Antes de eso yo tocaba la guitarra en la Casa del Lago…

—También hay otros músicos pintores.
—Los más disciplinados, con más academia, son José Fors y Sergio Arau, que para mí es una gran influencia. También tenemos al buen  Alex, de Los Esquizitos, y muchos que se dedican al diseño; el Cha, por ejemplo.
—Y has hecho portadas de discos.
—Me dediqué mucho tiempo a los discos, obviamente todos de Los Estrambóticos; podría decir que más de 100 discos. Entre portadas,  diseños y demás. Ahorita toda la energía se la dedico a la pintura y a la ilustración.
—¿Y de dónde son más las entradas económicas?
—De las dos. Esto es como una guerrilla: el diseño mantuvo a la música y la música, en este momento, me está dando la estabilidad y la seguridad de poder estar el día entero pintando y atendiendo  mis actividades de compositor y de músico.

Y es en esta guarida donde plasmó un corazón sangrado, su concepción de la Ciudad de México, que tituló “Corazón de todos”.
Es una pintura que gustó a un coleccionista europeo, quien, sin embargo, pretextó que transmitía violencia, por lo que Ruelas hizo una segunda versión.

—¿En qué consiste esta obra?
—Fue como todas de mi carrera de ilustrador, pero me quedaba como con las ganas de que pudiera llegar a formatos más grandes, de obra plástica. Por ejemplo, hice un corazón, “Corazón de todos”, y cuando la vio Teddy,  que es mi tío y dueño de una galería en Copenhague, me dijo que estaba muy padre el concepto, pero se le hizo muy violenta; y tuve que hacer esta otra versión, digamos, ya más pasteurizada.
—¿Entonces hay dos versiones, pero no por recomendación del galerista extranjero sino del galerista mexicano?
—Fue del coleccionista extranjero.
—¿Y cuál es la primera impresión de ese corazón?
—Le impactó muchísimo, porque es como concebí la ciudad, basada en mucha violencia. Es una ciudad hecha a partir de una conquista y que se va construyendo,  como el corazón, en las partes altas, en las arterias, en las partes que conectan a todo el cuerpo, y que finalmente está adornada con este confeti,  como muy festiva. Es una ciudad que, obviamente, yo amo, que es, ahora sí que mi corazón, que está construido de una manera muy sangrienta, o tal vez no.
—¿Es como un amor-odio?
—Sí, todos los que hemos hablado de ella y que hemos vivido en ella, pues sí tenemos un amor-odio, y miedo, ¿no?, por la inseguridad, y porque también, a pesar de todo lo que se puedas decir, es un lugar común, es un lugar cálido, es un lugar donde me siento de verdad seguro como persona, pase lo que pase. Yo he estado mucho tiempo en los barrios, estudié muy cerca de la colonia Obrera, en la colonia Tránsito, camino muy seguro por La Merced.

—¿Y cuál fue la diferencia con la otra pintura?
—Esta es la segunda versión —muestra la obra en su computadora—, pero antes debo decir que haré una serie de cuadros; bueno, la diferencia en esta segunda versión es el mole, o sea, Teddy no lo quería escurriendo, no lo quería con esta dinámica sangrienta. Lo que te digo de la inseguridad y todo esto es relativo para mí. Yo creo que más que quitarle la violencia, le quité mucha pasión; y qué bueno que el otro está en Europa porque los que vamos a tener aquí en México van a seguir siendo igual, no voy a decir de violentos, sino igual de apasionados o más.
—¿Y qué te apasiona más?
—Las dos. Hacer una canción que pueda transmitir y que le llegue a alguien, como un cuadro; son sensaciones muy distintas,  pero que al final es lo mismo; poder crear una imagen que puede ser musical o un cuadro es un privilegio. Los días son muy padres cuando me levanto solo para crear imágenes.
Los proyectos se acumulan en la guarida de este músico y pintor, quien realizó una instalación en su baño, donde tuvo que rescatar los azulejos originales del inmueble para dibujar una sirena, a la que implantó lo que semejan un par de senos, que formaron parte de la escenografía usada en un videoclip de Molotov.
—¿Y qué más hay en la guarida de Ruelas?
—Mucha historia; aquí, por ejemplo, grabamos un disco con Los Estrambóticos, que incluyó una canción que se llama “La herida”… Es un espacio muy céntrico, en medio de la colonia Nápoles, lleno de arterias, de avenidas, en el que llevo 15 años.

Es Arturo Ruelas, músico, pintor y estrambótico, quien ha demostrado que su obra traspasa fronteras, como ese corazón herido y el más reciente proyecto, Moby Dick, que realiza en Ciudad Neza.

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