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Diario de un Reportero

 Diario de un Reportero

Luis Velázquez

Para conocedoresUn trío de soñadores
La pasión periodística
La muerte de Joe de Lara

DOMINGO
Temeridad periodística
Un reportero, Joe de Lara, ha fallecido por muerte natural. En el siglo pasado, hacia finales de los 60, era el reportero estrella de la sección de sociales del periódico “La nación”, ya desaparecido. En la fuente policiaca, el jefe máximo era Mario Alcántara. En información general, Juan Zanoni. Los tres, en paz descansen.
En aquel tiempo, en la ciudad de Veracruz existía el antro “La escondida”, donde más de cien mujeres, de unos 23, 24 años, la más viejita, prestaban servicios sexuales. Ha sido, más de 50 años después, el mejor en el puerto jarocho, de cara al Golfo de México.
El trío era privilegiado en aquel recinto del pecado. El dueño los trataba como príncipes. Usufructuaban su nombre periodístico. Derecho a todo para disfrutar las mieles de la vida.
La dueña se llamaba Elizabeth Esquinca, quien a su vez tenía dos antros más en la ciudad de México. Rolaba y rotaba el personal femenino.
Un día, Joe de Lara publicó en su columna de sociales en el periódico una nota, donde informaba que la gran empresaria Elizabeth Esquinca aterrizaría en la ciudad en un vuelo privado.
Y el jefe de sociales ni siquiera se olió la jiribilla. Y el comentario fue publicado. Y cuando días después el director editorial fue informado de la identidad de doña Elizabeth, Joe de Lara fue llamado a la oficina del jefe de Redacción para darle las gracias por lo que consideraron una temeridad periodística.

LUNES
Un par de soñadores
Semanas después, Juan Zanoni también lo seguiría en la aventura informativa. Desempleados, fundaron una revista. Basta!, la primera de norte a sur de Veracruz. La imprimían en papel revolución, en blanco y negro, mensual. Furibunda. Crítica. Implacable. Impecable.
En portada seguían un tema recurrente: publicaban una caricatura donde el presidente del CDE del PRI, el profe Rafael Arriola Molina, operaba como un titiritero del gobernador Rafael Murillo Vidal.
Entonces, Arriola Molina y el procurador de Justicia, Aureliano Hernández Palacios, hablaron con Zanoni y Joe de Lara.
Sin más, ofrecieron un pago por el silencio. Mejor dicho, por cambiar de contenido. 70 mil pesos hacia 1970.
Fue el primer desacuerdo entre ambos. Uno, aceptaba el dinero. El otro, lo rechazaba. Y como nunca se pusieron de acuerdo, Joe de Lara prefirió separarse, dejando en libertad a Zanoni.
Dos, tres números después, y debido a la misma política informativa, Zanoni fue acusado del asesinato de un gay  en el parque Zamora, del puerto jarocho, y privado de su libertad en el penal de Allende.
Fue la muerte de Basta! Mejor dicho, de la aventura periodística de un par de reporteros soñadores.

MARTES
Definirse a tiempo
Vivía Joe de Lara en medio de dos mundos el mismo día. El periodístico y el político.
Alguna vez soñó con la presidencia municipal de Tierra Blanca. Apenas y alcanzó el liderato en una cooperativa, parece, de tablajeros.
Participó en política al lado, entre otros, de Gonzalo Morgado Huesca, Ángel Hernández, Ricardo Olivares Pineda, quizá también en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, de Miguel Ángel Yunes Linares.
Un día se desengañó de la talacha política y aun cuando la política perdió en automático a un militante, el periodismo y la comunicación social salieron ganando con uno más de los suyos.
Supo, pues, definirse a tiempo. Mejor dicho, retirarse, digamos, de la grilla. Advirtió que lo utilizaban para encender a la multitud en eventos partidistas. Y lo traían siempre con la esperanza.
Y, bueno, Albert Camus lo asentó con claridad: vivir de la esperanza es vivir de la resignación. Apostando a un espacio que puede ocurrir; pero al mismo tiempo, pulverizarse en los días y los años. Y vivir así, dice Camus, es una forma de no vivir. Vivir, decía el escritor, es andar por la vida en pie de lucha. Luchando en cada nuevo amanecer.
Por eso, el periodismo ganó a un encendido soldado, siempre desde el lado de la información de sociales.

MIÉRCOLES
Tres tristes tigres
A veces, pardeando la noche, Mario Alcántara hablaba por teléfono al periódico en estado incróspito. Y luego de pedir una disculpa, perdón incluso, pedía que el reportero lo cubriera ante el director editorial, fuera a la oficina policiaca a recoger la información y la redactara con su nombre para evitar una reprimenda.
Luego, pasaba el teléfono a Juan Zanoni y repetía el mismo estribillo para reportear por teléfono a los colegas y pasaran los datos de los eventos del día y las notas se redactaran y firmaran con su nombre.
Entonces, en el teléfono estaba Joe de Lara, quien sólo pedía que su espacio, una columna de sociales, fuera relevado con noticias de espectáculos llegados a la sala de redacción por el teletipo.
El trío de estrellas reporteriles afianzaba su amistad en la convivencia etílica. Y terminaban en “La escondida”, el congal que fuera clausurado cuando un marinero enamorado de Jackie Kennedy, la esposa del presidente de Estados Unidos, se pegara un tiro en la sien convencido de que nunca, jamás, ni volviendo a nacer, la tendría en sus brazos.

JUEVES
La pasión periodística
Entonces, apenas iniciaba la facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana. Juan Zanoni era el único que caminó uno o dos años en la facultad: pero además, de manera irregular, pues era un campeón de faltas.
Pero como el trío estaba reconocido por su liderazgo reporteril en sus áreas, siempre llegaban al periódico algunos jóvenes deseosos de aplicar la teoría con la práctica y aprender de los maestros fogueados en el campo de batalla y en la sala de redacción.
Funcionaban como sus secretarios que en el siglo pasado era la forma de comenzar en el terreno periodístico. También les llamaba los IBM. Y ve por un refresco. Y ve por un café. Y ve por una torta. Y ve a recoger el boletín. Y da la vuelta al boletín. Y contesta el teléfono.
Así, en el siglo pasado, se formaban los mejores reporteros, pues los llamados empíricos (de todos los respetos) tenían una gran cualidad que los hacía diferentes a los demás.
La pasión.
La pasión por ganar la nota exclusiva.
La pasión por contar una historia.
La pasión por salir a 8 columnas en la edición de cada día.
Joe de Lara enseñaba la pasión por la página de sociales a los jóvenes imberbes aquellos, tanto mujeres como hombres.
A los muchachos los llevaba a “La escondida” a conocer el mundo. A las mujeres les invitaba a desayunar donde la regla era única y absoluta: hablar de periodismo mientras tomaban café con una canilla.
Cientos de kilómetros de canillas y litros de leche con café se fueron evaporando en sus cuerpos en aquellos años de enseñanza por el amor al periodismo.

VIERNES
La nostalgia
Fue aquel el periodismo del siglo pasado en la ciudad de Veracruz.
El maestro que todos respetaban en su gran disciplina y productividad informativa era don Alfonso Valencia Ríos.
El reportero mejor dotado para la crónica, el reportaje, la nota informativa, la entrevista y la columna periodística era Bartolomé Padilla.
El diseñador estrella que hasta inventara un tipómetro para diseñar las páginas del periódico era Francisco Gutiérrez, el maestro de la ironía y la perspicacia.
El otro gran reportero estrella de la fuente policiaca era Efraín Reyes y Soto, quien siempre andaba armado, por si las dudas, afirmaba con una sonrisita, a tal grado que solía dormir con ella hasta debajo de la almohada.
Por alguna razón desde aquí siempre se ha ligado a Joe de Lara con la gran dama de la noche, doña Elizabeth Esquinca, la dueña del mejor prostíbulo en los 500 años del puerto jarocho, quizá porque mi generación allí se embarró de las pasiones más desordenadas y, al mismo tiempo, las más puras de la vida…

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