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“Neoporfirismo: Hoy como ayer”

La CriMEA de PutinFrancisco Álvarez Sanén
El pasado 17 de marzo, AMLO presento su duodécimo libro: Neoporfirismo. Hoy como ayer, de editorial Grijalbo. En un ambiente emotivo y acompañado de Lorenzo Meyer y Elena Poniatowska, AMLO presento un trabajo que se podría decir, es la base histórica del discurso que ha venido manejando desde los años que empezó a figurar en la escena política nacional; y por ende, su principal argumento de activismo político y de denuncia.  Quiero aclarar algo: no he tenido la oportunidad de leer el libro. Espero hacerlo, lo antes posible. Sobre todo porque  testigos presenciales me compartieron el intenso trabajo de investigación y recopilatorio que llevó a cabo el líder de Morena. También, porque es difícil concebir como un hombre puede tener la concentración para escribir, y a la vez, vivir el estresante y caótico ritmo de la política; recorrer el país; realizar mítines continuos en defensa del petróleo y la economía popular, y por si fuera poco, sufrir un infarto que puso en riesgo su vida. Parece increíble, pero el último trabajo del Lic. Andrés Manuel López Obrador fue elaborado en las más difíciles circunstancias, y al ser presentado por personajes de la talla de Poniatowska y Meyer, no tengo la menor duda, que es un trabajo que vale la pena ser tomado en cuenta.
El contenido del nuevo libro de AMLO, es una síntesis del retroceso político y social de México que no comenzó ahora, sino que es parte de un proceso que al paso de los años se ha venido fortaleciendo, y ahora, con el regreso del PRI, se ha consolidado. Tengo 27 años, y la generación que representamos, nació cuando en México surgía el modelo político y económico imperante: el Neoliberalismo. No conocemos más que de oídas los tiempos en que México crecía al ritmo del 6 por ciento y había cierta estabilidad tanto social como económica. De la mano de PEMEX,el legado del Gral. Lázaro Cárdenas, y los principios revolucionarios,México tuvo una pujante economía basada en los energéticos y que se reflejaba en sus instituciones y la robustez de su infraestructura. Por supuesto, el problema de la corrupción fue algo que nunca se pudo erradicar y por ende, la desigualdad y la injusticia. Desde que se “institucionalizó” la revolución mexicana y a sus caudillos en los tiempos de Plutarco Elías Calles, la corrupción y el saqueo parecen ser el sello personal de la política nacional, sin distinción de niveles. Aunque se tuvo crecimiento y desarrollo, el “espíritu” porfirista ahí continuaba, y se veía reflejado en la corrupción de la clase política.  
El legado de Porfirio Díaz ha resistido el paso de los años, y le ha ganado la carrera al legado revolucionario.  No hay que ser historiador para entender el ciclo histórico que está llegando a su punto de origen; las condiciones del México actual hablan por sí solas, basta con señalar dos aspectos fundamentales: democracia y economía. En el pináculo del porfiriato, México vivía tiempos de “orden y progreso ” sin precedentes; después de los años convulsos de la etapa del México independiente y la pugna de conservadores  y liberales que precedieron la llegada al poder de Porfirio Díaz, el país entró en un ritmo que era conducido por la mano dura de un dictador que despreciaba la democracia pero simulaba practicarla; con su particular estilo, impuso diputados y senadores, gobernadores y ministros de la corte durante todo el tiempo que ejerció el poder y en en el breve lapso que  simuló gobernar su incondicional amigo, Manuel González. El férreo control de la vida democrática del país, era un vulgar intento de continuar disfrutando las delicias del poder; y por otro lado, consolidar el proceso de entrega de las riquezas naturales del país a consorcios y potencias extranjeras. Para ese entonces, el petróleo ya era cuestión de seguridad nacional para EU y Gran Bretaña, y vieron en el régimen de Porfirio Díaz y su proclividad al “entreguismo” que caracterizó gran parte de su gobierno, una excelente oportunidad para apropiarse de grandes extensiones de tierra, sobre todo en las costas del golfo de México y el norte del país, para saquear sin ser molestados, y de paso, convertir a los desplazados en auténticos esclavos, que a punta de pistola y miedo, eran arrancados de sus tierras heredadas por sus antepasados desde tiempos de la colonia, para luego convertirse en  mano de obra con condiciones de trabajo semejantes a la esclavitud,ya sea de las grandes Haciendas o de las mineras que con carta abierta explotaban, contaminaban y no dejaban un mínimo beneficio a la nación.
Hoy, las grandes mineras del país, sobre todo canadienses,  se les ha concesionado cerca de 60 millones de hectáreas, 30 % del territorio nacional, ni durante el porfiriato se tuvo semejante pérdida del territorio nacional. Aparte de obtener grandes concesiones de tierra, siguen explotando la mano de obra local, con sueldos bajos y condiciones insalubres de trabajo. Basta con darse una vuelta por internet, para conocer las diferentes denuncias que enfrentan estas mineras; la contaminación y la degradación de poblaciones enteras es lamentable, y al parecer, no hay quien les ponga un alto. Yo les aseguro, que el saqueo minero va a continuar por lo menos durante este sexenio, si antes no se consolida una fuerza progresista en el congreso de la Unión en el 2015, encabezado por Morena. No hay indicios de una reivindicación por parte del régimen actual, sino todo lo contrario: se arrodillan al capital extranjero y le garantizan grandes ganancias a costa del sufrimiento del pueblo. Cualquier parecido con los tiempos de Porfirio Díaz no es coincidencia, se llama: Neoporfirismo.
Hay infinidad de comparaciones que refuerzan lo que sostenemos muchos mexicanos:el retroceso político, económico y social es producto de una etapa histórica en nuestro país que nunca se fue, y que hace cerca de 27 años, comenzó su etapa de consolidación en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Los dogmas privatizadores de los últimos 5 presidentes de México, lo practicaron Porfirio Díaz y su grupo conocido como los Científicos con resultados funestos, desembocando en el estallido de la violencia y la revolución mexicana. Los Científicos de hoy, o sea, los tecnócratas que acaparan las secretarías y asesoran al actual presidente, impusieron una serie de reformas de corte “entreguista” y privatizador que atentan contra los bolsillos de los mexicanos, y ponen en riesgo la soberanía nacional, tal y como sucedió hace más de 100 años. Hoy, México no tiene ninguna garantía para llevar a la práctica la democracia. Hemos sufrido 3 fraudes electorales en los últimos 27 años y la degradación de las instituciones es gradual.
El neoporfirismo se refleja en todos los aspectos de la vida pública de México. Basta con decir que la simulación y el amor al dinero es la constante de casi todos los políticos de México, y tristemente, esta degradación ha contaminado a casi todos los sectores de nuestra población; al grado que vemos el “moche” o el famoso “diezmo”, como algo normal e ineludible para cualquiera que se aventure en la política. El periodismo actual, es parte de un círculo vicioso que en muchos casos termina con la muerte del que se resiste a ser cooptado; del otro lado de la moneda, tenemos a periodistas susceptibles al dinero y al roce del poder, ya todos los conocemos, no es necesario mencionarlos.
Falta espacio para describir lo que estamos viviendo. El porfiriato tuvo sus cosas buenas, pero los grandes vicios que le causan tanto daño al país, fue lo que sobrevivió a lo largo de los años. La revolución y sus ideas originales, ya son “ninguneadas” y despreciadas por amplios sectores de los grupos políticos de México, ni siquiera el PRI y sus nuevas generaciones, que le apuestan al libre mercado, a la entrega de recursos naturales, a la enajenación y desaparición del ejido, la pulverización de la clase media, la precarización de la clase trabajadora, la perpetuidad de la pobreza y sus ventajas electorales, la pérdida de
valores y el individualismo. ¿Será necesario un estallido de violencia para revertir esta situación? No lo creo. México lleva un sexenio y el primer año de otro, cubierto de sangre. Creo firmemente que la única vía es la pacífica, este país y su gente se merecen algo distinto. Ya basta de Neoporfirismo, Neoliberalismo, Neo priismo…
 

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