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Diario de un Reportero

 Diario de un Reportero

Luis Velázquez

Olor a muerte•Un jefe de prensa leal
•El silencio mediático
•Enseñanzas de Goebbels

DOMINGO
Un jefe de prensa leal
Joseph Goebbels es Ministro de Información y Propaganda de Adolf Hitler. Descubre, entonces, que la cúpula eclesiástica de Alemania prepara otra protesta en contra del Führer tocando las campanas de las iglesias de todos los pueblos al mismo tiempo en franca y desafiante oposición.
Así, y como responsable de la comunicación social y la imagen del jefe máximo, toma la decisión, y la noche anterior de la protesta ordena a los soldados que secuestren las campanas de todas las parroquias.
Y conjura la protesta.
Escribe en su diario en 1942: “Luchamos por defender nuestras vidas y quien se cruce en nuestro camino tiene que pagarlo caro”.
Un colaborador le pregunta de acciones más drásticas, como por ejemplo, la expulsión de los sacerdotes de Alemania.
Dice: “La iglesia aún es poderosa y tiene relaciones con grupos económicos de poder. Todo a su tiempo”.
Un día después, el 5 de marzo, escribe: “¡Cómo me gustaría ser por una quincena jefe de propaganda en París! ¡Me esforzaría muy poco para volver locos a los parisienses!”.

LUNES
“La noche de los cuchillos largos”
Desde alguna zona clandestina de la sublevación ciudadana se conspira en contra de Hitler. Goebbels investiga y detecta que en imprentas rústicas imprimen libros, periódicos, revistas, folletos, volantes, trípticos evidenciando al Führer.
Habla con Hitler. Hitler le dice que tome las acciones que desee pero que actúe lo más pronto posible. Y sin errores.
Goebbels, sin embargo, todos los días luchaba por ganarse el respeto y la confianza y el afecto de Hitler. Incluso, actuando con mayor temeridad que el cuartel militar del Führer para inspirar miedo y temor. El político, decía, sólo es respetado cuando infunde miedo.
Una noche (por lo general operaba de noche) al frente de una legión de soldados, cae de sorpresa en todos los hogares donde tienen imprentas clandestinas y distribuyen libros.
Se incautan libros. Se incautan las imprentas. Se incauta el papel. Se incauta la tinta. Y detiene a los jefes de familia.
Y concentra a todos en la plaza pública.
Hacia medianoche consuma su felonía: en el zócalo, donde años antes Hitler se ganara la vida como payasito los fines de semana, quema todos los libros, los periódicos y el papel. Y destroza a marro limpio las imprentas.
En medio del fuego sólo se miraba la figura hipnótica de un metro con diez centímetros de Goebbels.

MARTES
El silencio mediático
Rommel era el segundo de Adolf Hitler en la guerra. Pero le fascinaba la enagua. Más, mucho más, las orgías, compartiendo fiestecitas con uno que otro general.
Así, contrataba los servicios de prostitutas, edecanes, modelos, artistas, y se encerraban en un palacio que tenía en las goteras de Alemania.
Nunca Goebbels aceptó la invitación, aun cuando, claro, era uno de los más infieles del equipo del Führer.
Investiga a Rommel porque, de pronto, las orgías se vuelven públicas y se convierten en un escándalo. Y dañan, por tanto, la imagen de Hitler, quien era un hombre discreto, discretísimo en su vida sentimental y, además, tenía prohibido que alguien de su equipo de gobierno se divorciara.
Rommel era vanidoso y frívolo. Mediático. Caía seducido ante la línea ágata. Le obsesionaba salir en portada de la prensa escrita. En las revistas. En las notas radiofónicas.
Enfurecido, pero con toda la sangre fría que le caracterizaba, Goebbels habla por teléfono con todos y cada uno de los directores de periódicos y les ordena que a partir de la fecha ni un boletín ni una foto publicaran sobre Rommel.
Simple y llanamente, el silencio mediático a su alrededor.
Goebbels lo doblegó. Le había asestado un mega madrazo en su punto débil.

MIÉRCOLES
El político más infiel
Goebbels era infiel. Y se cuidaba de que sus amoríos trascendieran para evitar la furia de Hitler.
A veces, transcurrían semanas y meses sin una cita furtiva con sus amadas, pues tenía tres, cuatro, al mismo tiempo.
“No soy albañil” objetaba a sus amadas cuando le reprochaban su ausencia: “Soy el Ministro de Información y Propaganda de Hitler” les decía.
Pero, al mismo tiempo era celoso. Y pensaba que sus mujeres le engañaban.
Un día, advirtió a una: “Si descubro que me eres infiel, primero, delante de ti lo mato a él. Y luego te mato a ti”.
Las tenía, pues, aterrorizadas.
Y más, porque sabían que cuando Hitler se iba a la guerra dejaba a Goebbels al frente del gobierno alemán.
Goebbels halagaba tanto a Hitler que, por ejemplo, le decía: “Sus ojos azules se parecen a las estrellas que rigen mi vida”.
En materia civil fue el hombre más poderoso de Alemania luego del Führer.

JUEVES
El pequeño calumniador político
En el resto de Europa Goebbels detectó que Hitler tenía una mala imagen. Entonces, fundó periódicos en cada región europea para contrarrestar.
Había en Alemania artistas opositores, firmes en sus convicciones. Entonces, creó una elite de actores fans de Hitler y financió sus obras teatrales.
Dueño de los titulares en los periódicos y los noticieros radiofónicos, un día sintió que faltaba una tuerca a la estrategia comunicativa. Entonces, financió películas sobre Hitler.
Deseoso de multiplicar el sueño de Hitler en el mundo, envió enlaces diplomáticos al resto del mundo y abrió las puertas a los reporteros del planeta. Por ejemplo, concedió una entrevista exclusiva con Hitler a José Pagés Llergo, el legendario director fundador de la revista Siempre!
Un día confirmó que un artista se había convertido “en un pequeño calumniador político”.
Examinó ‘’con todo detenimiento el asunto y resultó que había lanzado una acusación contra Hitler impulsado por la envidia que tiene a un actor mejor que él.
Le he enviado una seria advertencia, diciéndole con entera claridad que no toleraré que los artistas de cine divulguen rumores infundados y estúpidos, que únicamente pueden convenir a nuestros enemigos.
No voy a consentir que lo hagan, por muy geniales que se crean.
Herr Jannings tendrá que someterse al código general de la ley moral nacional, y si no lo hace… sufrirá las consecuencias”.

VIERNES
Glorificar a Hitler
Hitler está en plena guerra soñando con dominar el mundo. Ha seducido a José Stalin. Menosprecia a Winston Churchill. Le causa alergia Franklin Delano Roosevetl que se tarda en decidirse.
“El hambre y el frío están a la orden del día” escribe Goebbels en su diario. Y agrega: “Las gentes que se sienten tan cruelmente maltratadas por el destino no son capaces de hacer revoluciones”.
Así, determina que los soldados que más sufren son los submarinos.
Escribe: “Me interesa que reciban literatura amena y divertida. Siempre hay ideólogos en nuestros medios que creen que nada hay más agradable para el tripulante de un submarino cuando sale de la sala de máquina, sucio de aceite y cansado, que leer ‘El mito del siglo veinte’. Es una estupidez.
Ese individuo, naturalmente, no tiene humor para pensar en cosas profundas ni para desear que se le aleccione con respecto a su actitud ante los grandes problemas humanos.
Está viviendo su vida y no necesita sermones de nadie. Tiene ansias de divertirse y hemos de proporcionarle literatura, programas de radio y música de tipo ligero.
Procuro seguir esta política en nuestras emisiones, en nuestras películas y también en nuestra literatura.
Después de la guerra podremos volver a hablar de educación ideológica”.
Nada, pues, escapaba a Goebbels en su estrategia de comunicación social para glorificar a Hitler.
Por eso, cuando la guerra está perdida, Hitler le pega un tiro a su esposa, Eva Braun, muchos años su amante, y luego se suicida.
Y, por añadidura, la esposa de Goebbels envenena a sus hijos, y luego Goebbels la mata y también se suicida.
Con todo, y no obstante el genocidio de 6 millones de judíos, nunca lograron el sueño de dominar el mundo. Pero fueron quienes más lejos llegaron.
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