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¿A las puertas de la sexta extinción?

 ¿A las puertas de la sexta extinción?

AGENCIA:
MÉXICO

Mientras la humanidad no le quita ojo a los problemas más inmediatos que asolan nuestras sociedades, la Tierra las está pasando mal por otros motivos. Hace tiempo que los seres vivos que la habitan son víctimas de una aniquilación masiva. ¿Otro virus destructor e implacable, quizá? No, nada de eso. Su enemigo no es otro que el mismísimo Homo sapiens.
No es la primera vez que la Tierra se enfrenta a la pérdida de especies. Ya ha superado cinco extinciones masivas en su historia, que no es poco. “Desde el punto de vista de la paleontología, una gran extinción se caracteriza porque desaparecen el 75 % de las especies o grupos en menos de tres millones de años, y aunque no hemos llegado aún a esa cifra, al ritmo que vamos ocurrirá”, le aclara a MUY Miguel Delibes de Castro, biólogo y conservacionista español.
Si la que se avecina es la sexta extinción, y por lo tanto nuestro planeta es en cierto modo un veterano en estos asuntos, ¿por qué debería preocuparnos? Pues básicamente porque “en las pasadas grandes extinciones no había humanos en la Tierra, así que pueden catalogarse de ‘naturales’ –aunque excepcionales–, como el impacto de un meteorito, pero en esta ocasión los responsables principales somos nosotros”, responde Delibes de Castro cuando le formulamos la pregunta. Y “como nos damos cuenta de lo que sucede, podríamos –y deberíamos– evitarlo”, añade el conservacionista.
En efecto, el resto de extinciones masivas han tenido orígenes muy distintos, pero siempre han sido una consecuencia inevitable de los procesos de evolución natural. Una descripción en la que, como recalca Delibes de Castro, no encaja en absoluto la sexta extinción en que estamos inmersos. Para empezar, porque se produce como resultado de cambios en el medio tan rápidos que la mayoría de organismos ni siquiera tienen tiempo suficiente para reaccionar y evolucionar.
Hay que reconocer que, como especie, los seres humanos somos la mar de agresivos. Hasta cierto punto se puede considerar normal que compitamos con el resto de la biodiversidad por los recursos comunes, ya sea espacio o alimento. Lo que pasa es que, con nuestra inteligencia y capacidad tecnológica, lo hacemos a unos niveles un tanto desorbitados en comparación con el resto de habitantes del planeta. “Por ejemplo, si acumulamos masivamente agua dulce para nuestro consumo y contaminamos la que queda con nuestros residuos, las especies dulceacuícolas tenderán a extinguirse, como está ocurriendo”, recalca Delibes de Castro.
Para colmo, fragmentamos continuamente hábitats, introducimos en los ecosistemas a especies invasoras, cruzamos el mundo en avión en cuestión de horas diseminando patógenos por doquier, contaminamos sin control, destruimos a otros seres vivos despiadadamente –y no solo para nutrirnos–, e incluso cambiamos el clima global. Algo que ninguna otra especie había hecho antes.
A Ceballos le preocupa que muchos científicos pasen todos estos hechos por alto y se sientan tentados a considerar que nos enfrentamos a “otra extinción más”. Sobre todo porque esas opiniones son escuchadas por los políticos encargados de tomar decisiones. Y no hay nada peor ante lo que está sucediendo que quedarnos de brazos cruzados y dejar que “siga su curso”.
Sabe de lo que habla. Cuando el año pasado se puso a trabajar junto con el conservacionista Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford (EE. UU.), para actualizar el statu quo de la pérdida de biodiversidad, ambos se quedaron de piedra.

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