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La cultura ‘danshoku’.

 La cultura ‘danshoku’.

La homosexualidad entre hombres, “más sofisticada”

Es cierto que en Japón la comprensión hacia la comunidad LGBTQ se halla bastante rezagada, pero al mismo tiempo la sociedad japonesa ha sido a lo largo de su historia extremadamente tolerante hacia ciertas relaciones homosexuales entre hombres.

Desde antes del periodo Edo (1603-1868) se denominaba danshoku a las relaciones homosexuales entre hombres, y formaban parte de las costumbres amorosas de la sociedad japonesa. En grupos en los que solo se admitía a hombres -lo que en sociología se denomina “ambientes homosociales”, como en el caso de los templos budistas en las montañas, la sociedad masculina de los samuráis o el mundo del kabuki, donde los actores eran solo hombres- ese aislamiento de las mujeres inducía a los hombres desarrollar amistad y amor entre sí, y a satisfacer ambos mediante relaciones físicas. En ese tiempo no existía en Japón discriminación hacia ese tipo de relaciones, ni se trataban de prevenir por considerarse desviaciones sexuales.

En la época Edo, las aventuras amorosas se solían denominar irokoi o kōshoku, palabras que aparecen como tema literaria en obras tan conocidas como Kōshoku ichidai otoko (Publicada en español como Amores de un vividor y posteriormente como Hombre lascivo y sin linaje; 1682) y Kōshoku ichidai onna (“Vida de una mujer lasciva”; 1686), de Ihara Saikaku. Las tácticas y el saber hacer del amor se denominaban en el Japón de la época shikidō (“el camino del amor”), pero este término no hacía referencia solo al amor heterosexual, sino que incluía también el amor entre hombres.

También existía la expresión shikidō futatsu (“Los dos caminos del amor”), con la que se expresaba la idea de que el amor se expresaba de dos formas: como joshoku (entre hombre y mujer) y como danshoku (entre dos hombres). Por lo tanto, a un donjuán de la época Edo se le exigía que tuviera conocimientos tanto de danshoku como de joshoku. Saikaku escribió sobre ambos; una de sus obras, Nanshoku ōkagami (“El gran espejo del amor homosexual masculino”, 1687), se centra en el danshoku. De ese modo trató de representar ambos géneros de manera igualitaria.

El debate sobre la superioridad e inferioridad del danshoku y el joshoku se convirtió también en un tema de la literatura; los escritores solían presentar de forma humorística las diferentes opiniones de la gente como podrían haberlo hecho con las discusiones por ciertas preferencias: el udon o la soba (dos tipos de fideos), o gatos y perros.

En estas discusiones se solía dar a menudo el argumento de que el danshoku era más noble, más sofisticado y artístico. La idea de considerar ese tipo de amor como algo estéticamente agradable, lejos de verlo como una perversión o desviación sexual, existía en Japón desde antes del período Edo.

“De usar y tirar”

A pesar de todo esto, no podemos decir que Japón siempre haya sido una sociedad tolerante hacia el colectivo LGBTQ. Esto se debe a que el concepto mismo del danshoku y la homosexualidad masculina moderna son diferentes, pese a sus similitudes. Para empezar, desde antes del período Edo, el danshoku no consistía en una relación amorosa entre dos hombres adultos, sino entre un hombre adulto y un menor, o más propiamente dicho, un adulto y un niño.

El joven ideal como pareja amorosa en el danshoku era un chico de belleza casi femenina, que aún no había celebrado el genpuku, una ceremonia de mayoría de edad; ese amorío se consideraba además una relación temporal que solo duraría unos años, mientras el chico fuera adolescente. Esos jóvenes que se convertían en pareja de una relación danshoku eran socialmente muy débiles, y debían plegarse a los deseos egoístas de los hombres adultos, lo cual incluía ser desechados cuando se cansaban de ellos, o en casos extremos ser asesinados cuando llegaba el momento de celebrar el genpuku.

Además, esos adultos que mantenían relaciones con jóvenes solían casarse con mujeres para tener descendencia, de modo que no consideraban a sus parejas masculinas como compañeros permanentes con quienes compartir una vida. En las relaciones sexuales el joven era también parte pasiva, por lo general. El danshoku y la homosexualidad masculina actual son, en ese sentido, fundamentalmente diferentes: el adulto tomaba la iniciativa y el niño permanecía en una posición de debilidad, tanto social como sexualmente, mientras que las relaciones de hoy día aspiran a relaciones independientes e igualitarias entre ambas partes, y tiende a equivaler en esos términos a las parejas heterosexuales.

“Perversión” sexual desde la era Meiji

Aunque no debemos olvidar los aspectos negativos ya mencionados, es cierto que el danshoku existía como práctica común desde antes del período Edo, en el sentido de que las relaciones sexuales entre hombres eran libres, y no se veían catalogadas como perversión, anormalidad sexual o enfermedad. Sin embargo, durante el proceso de modernización que comenzó con la llegada de la era Meiji (1868-1912), Japón se vio fuertemente influido por la sexología occidental y sus valores, que veían la homosexualidad como un delito (los hombres que tenían relaciones homosexuales eran castigados según la ley, en Occidente); esto llevó a que la homosexualidad comenzara a verse marginada como perversión o anomalía sexual.

Una de las obras maestras de Mishima Yukio, Kamen no kokuhaku (Confesiones de una máscara, 1949), describe en detalle, y en primera persona, la experiencia de vivir como gay en el Japón moderno, donde la homosexualidad se considera algo anormal. El protagonista vive ocultando a quienes lo rodean sus deseos sexuales y sus sentimientos románticos.

Por otro lado, incluso en el Japón de la era Meiji y posteriormente, la cultura del danshoku subsistió en los internados masculinos, e incluso aparece en obras literarias como Uita sekusuarisu (Vita Sexualis, 1909), de Mori Ōgai, o Kusa no hana (Flores de hierba, 1954), de Fukunaga Takehiko.

Intolerancia hacia la comunidad LGTBQ

El amor entre hombres, cultivado en entornos exclusivamente masculinos o dominados por hombres, como el dormitorio de un internado masculino, no es de ninguna manera exclusivo de Japón. Es bien sabido que la homosexualidad masculina y las relaciones entre hombres y jóvenes eran costumbre en la sociedad griega antigua, dominada por completo por los hombres; asimismo contamos también con ejemplos en la literatura y el cine occidentales modernos, como Maurice (1971), de E. M. Forster o Les amitiés particulières (“Las amistades particulares”, 1970), donde se describen los amores en un internado entre un estudiante de último año y otro más joven. Estas obras muestran un tipo de relaciones similares a las que se daban en Japón.

Además, el concepto japonés del danshoku, según el cual el amor entre hombres tiene más valor artístico y estético que el amor heterosexual, se refleja también en obras como Total Eclipse (Eclipse total, 1995), película que narra relación entre los famosos poetas Arthur Rimbaud y Paul Verlaine.

La fusión de la supremacía artística y el esteticismo con el amor entre hombres es una de las características del concepto japonés del danshoku, pero es también un fenómeno que se puede apreciar en la sociedad occidental. En otras palabras, esta costumbre japonesa no es necesariamente un elemento cultural exclusivo de una nación insular del Lejano Oriente, sino más bien la expresión de un deseo masculino universal que trasciende épocas y regiones.

En las sociedades occidentales, no obstante, las relaciones sexuales entre hombres se veían sujetas a severas sanciones sociales y legales, como era el caso en Gran Bretaña hasta mediados del siglo XX. Gracias a los esfuerzos de aquellos que lucharon por desafiar esta intolerancia social hacia la homosexualidad, esa opresión que cataloga la homosexualidad como una anomalía sujeta a penas legales se ha visto eliminada o aliviada en gran parte.

Por otro lado, en el caso del danshoku de Japón, quizá precisamente porque desde antes de la época Edo se practicaba abiertamente, la opresión y los prejuicios que llegaron con la era Meiji se vieron reforzados y retorcidos hasta llegar al retraso actual con respecto a Occidente en lo que respecta a la comprensión hacia el colectivo LGBTQ.

Lectores de BL en todo el mundo

Recientemente, el abuso sexual de jóvenes por parte del expresidente de la agencia de entretenimiento Johnny’s se ha convertido en un gran problema social. Ese acto por parte de un empleador de edad avanzada que busca una relación sexual de forma unilateral con menores, ignorando la autonomía de estos, es muy similar al danshoku de la época Edo o antes.

Las relaciones coercitivas unilaterales basadas en el estatus social, el poder económico y las relaciones jerárquicas de autoridad son un aspecto muy negativo del antiguo danshoku, y son también incompatibles con nuestra conciencia moderna acerca de los derechos humanos. Cualquier agresión sexual a niños y jóvenes, por tanto, o violación de derechos humanos no debe tolerarse con excusas como “es una parte de la tradición cultural”, o “han contribuido mucho a la industria del entretenimiento”.

Al mismo tiempo, dado que el amor homosexual entre hombres no se consideraba algo anormal, la cultura del danshoku hasta el período Edo se superpone con ciertas afirmaciones de la comunidad LGBTQ moderna. También es cierto que existe un elemento de reconocimiento de la diversidad de deseos sexuales, y por eso podemos mirar retrospectivamente la historia del danshoku desde una perspectiva positiva.

Los mangas de shōnen ai de la era Shōwa, y más adelante los mangas BL (boys’ love) y las series protagonizadas por parejas homosexuales, que continúan siendo populares entre las japonesas hasta hoy día, ¿se deben quizá a la cultura del danshoku? ¿Se trata de una herencia cultural, o tal vez algo completamente diferente?

Resulta curioso buscar las similitudes entre obras como Tōma no shinzō (El corazón de Tōma, 1974) de Hagio Moto, considerada una obra maestra del shōnen ai de la era Showa, y Kaze to ki no uta (Poema del viento y los árboles, 1976-1984) de Takemiya Keiko, y la literatura del danshoku. En las obras que representan una historia de amor entre un sacerdote y un joven aprendiz que sirve en el mismo templo, es típico que el chico muera antes de poder llegar a ser adulto, aunque en el caso de Tōma, es él quien elige morir a una edad temprana; Gilbert, el hermoso joven de Kaze to ki no uta, muere también siendo aún joven, pero a causa de un accidente. La muerte de Tōma lleva al estudiante más mayor Julusmole a ingresar en un seminario, y Serge, el amante de Gilbert, supera su sensación de pérdida y se convierte en un músico de éxito; estas historias muestran claras conexiones con la ilustración religiosa y el arte, con claras tendencias hacia el danshoku.

Sin embargo, ambos autores comentaron en entrevistas que no estaban influidos por la literatura japonesa del danshoku, sino por la literatura y el cine occidentales. Estas obras, creadas en el ámbito del shōjo manga, tienen el efecto de transmitir la pureza del amor entre jóvenes estudiantes de internados en ciertos lugares de Europa, como Alemania y Francia, países admirados para las lectoras japonesas. Por otro lado, a los lectores extranjeros familiarizados con la realidad de internados así les puede resultar difícil idealizar obras de shōnen ai de la era Shōwa como estas.

El manga japonés es actualmente muy popular en el extranjero y las principales librerías cuentan siempre con una buena sección de manga. Supongo que para los lectores extranjeros resultan más fáciles de aceptar las obras de este género a partir de los noventa, ya que representa de manera más realista la autonomía de las relaciones, así como los conflictos psicológicos existentes en cada una.

El manga BL de hoy día es una herencia positiva de la cultura del danshoku, que tolera la sexualidad entre hombres, mientras que al mismo tiempo, y por tener valores apropiados para la era actual, ha logrado gran popularidad gracias a su aceptación en aquellos países occidentales donde el movimiento por los derechos humanos del colectivo LGBTQ se halla más avanzado.

Comprender la historia de la cultura del danshoku en Japón no debería consistir en un simple pasatiempo con el que recordar que “las cosas eran mejores en los viejos tiempos”. Más bien nos proporciona, mediante los puntos positivos y los más oscuros de su historia, pistas con las que explorar las posibilidades de reconocer una pluralidad de sexualidades.

( Imagen del encabezado: De Nanshoku Ōkagami, 1687, de Ihara Saikaku (Biblioteca Nacional de la Dieta). El hombre de la parte superior izquierda sermonea a los hermosos chicos sobre las maravillas del danshoku.)

Redaccion Diario de Palenque

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