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La Gruta de las Canicas

Al interior de esa gruta se debe tener mucho cuidado, pues el piso está cubierto por más de 18 millones de pequeñas esferas de calcita, que cubren un espacio que simula una media luna de 8 metros de ancho, por 6 metros de fondo, todo un océano petrificado por la presencia de canicas entre 1 y 1.5 centímetros de diámetro; aunque, en menos cantidad, hay algunas que alcanza los 7 centímetros.
Según especialistas, estas esferitas de las cavernas se originan cuando un núcleo de materia, como es el caso de un grano de arena, empieza a acumular capas sucesivas de calcita a consecuencia del movimiento producido por el agua, al ser salpicada por la naturaleza o en forma de gotas.
Entre sus curiosidades las canicas crujen en el momento en que se camina sobre ellas, pero gracias a su sólida consistencia, no se rompen ni sufren algún daño, al levantar la mirada hacía la parte de arriba de este salón e iluminarla, deja al descubierto grandes columnas de estalactitas, que también dan un espectáculo sorprendente.
Un recorrido que concluye 30 metros después, justo en una cámara abovedada de 5 metros de alto, que en su parte central se levanta una bella columna, que se encarga de despedir a los aventureros que entran a La Gruta de las Canicas en Tabasco.
Algo de historia
En enero de 1993, Alejandro Méndez Valencia, técnico agrícola, nos informa sobre la existencia de varias cavernas en las cercanías de la ciudad de Teapa, pequeña población enclavada en las estribaciones de la Sierra de Chiapas, al sur de Tabasco.
“Se trata de dos cuevas inexploradas -nos dijo-, una se localiza a poca distancia del cerro del Coconá, y la otra, se encuentra en el cerro del Madrigal y es de gran tamaño. Incluso, es posible que en su interior halla vestigios arqueológicos”, escribió en un artículo publicado en agosto de 1999, en la revista número 270 de la revista México Desconocido, el fotógrafo y espeólogo, Roberto Porter Núñez.
Continúa relatando, sin tardanzas, un grupo de amigos aficionados a la espeleología acudimos a practicar un reconocimiento.
Primero exploramos la gruta próxima al cerro del Coconá, que resultó ser una cavidad de regular tamaño, con una extensión no mayor de 100 metros y que termina en una galería inundada, para localizar la segunda caverna nos trasladamos al rancho donde vive don José, propietario de aquellos terrenos.
Don José, hombre de campo de unos 45 años, escucha con curiosidad nuestra petición de entrar a las cavernas. Manifiesta cierta incredulidad por los motivos que nos inducen a explorar semejantes lugares, así que propone: “Yo les llevo hasta la entrada, pero eso sí, si encontramos un tesoro nos toca de a mitad”.
Después de caminar 3 o 4 kilómetros de pastizales, acahuales y algunos tramos de selva por la ladera norte por la sierra del Madrigal, llegamos a la gruta, situada a una altura de 30 metros en la falda del cerro.
Para nuestra sorpresa, en una extensión de menos de una hectárea encontramos no una caverna sino tres. El sitio es un verdadero queso gruyer totalmente inexplorado, desconocido a un para don José, quine se ha hecho acompañar de dos de sus hijos y un amigo, “para conocer lo que hay dentro”, explica, y según sospechamos, para vigilar que no nos llevemos las ollas de oro que debe haber en el interior…hasta aquí, parte del artículo.
Por Javier Hernández López

Redaccion Diario de Palenque

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