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Indígenas en Chiapas; expuestos a morir: Coneval

 Indígenas en Chiapas; expuestos a morir: Coneval

Afuera del Hospital de las Culturas, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una ambulancia espera turno para que su ocupante sea atendido. Se trata de un bebé de ocho meses que recorrió un camino de dos horas desde el municipio de Larráinzar porque tiene neumonía y en la clínica de su pueblo no tienen ventiladores que le ayuden a respirar. Sus padres llevan hora y media esperando que algún doctor lo atienda, pero en la sala de urgencias les dijeron que solo lo podrán internar “hasta que se muera otro paciente y desocupe la cama”. Mientras tanto una enfermera ya tiene roja la mano de tanto apretar el respirador manual para mantenerlo con vida.

El bebé, de nombre Manuel, no es el único que espera turno. Otra ambulancia, también procedente de Larráinzar, aguarda por otra de las 12 camas que hay en la sala de urgencias del hospital, el único de la zona que cuenta con médicos y equipo para atender enfermedades más complejas que las gripas y las diarreas que saturan los centros de salud de las comunidades indígenas de Los Altos de Chiapas.

 

Más fácil de morir

El de Manuel no es un caso aislado. Según cálculos proporcionados por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (CONEVAL), en México un indígena tiene más posibilidades de morir por falta de atención médica que cualquier otro poblador del país.

No sólo eso. También tiene menos posibilidades de ser atendido por un médico, de vivir cerca de un hospital o de tener acceso a medicinas que cualquier otro mexicano. Y le tocan los doctores que obtuvieron las peores calificaciones en la escuela. Hay 10 veces más pasantes de medicina en estas regiones que en cualquier otro del país.

El dato de Coneval es contundente: la probabilidad de vivir a dos horas o más de un hospital es cinco veces mayor para los hablantes de una lengua indígena que para el resto de la población.

La Secretaría de Salud (Ssa) documentó en 2012, en el reporte “Perfil Epidemiológico de los Municipios Indígenas de México”, que hay 485 municipios en el país en donde siete de cada diez habitantes hablan una lengua indígena.

 

No hay médicos

Y en ellos hay menos médicos, menos enfermeras, menos unidades de salud, menos camas hospitalarias, menos especialistas y menos equipos para estudios médicos que en el resto de los municipios.

No es poca cosa. En México viven poco más de 8 millones de personas que hablan una lengua indígena o viven en un hogar en donde se habla una, así que su rezago equivale a que un estado con la población de Veracruz tuviera muchos menos recursos para la atención de enfermedades que el resto del país.

Otro dato: A nivel nacional hay una unidad médica por cada 2 mil 645 mexicanos, pero en estos municipios hay una por cada 3 mil 445 habitantes. En estados como Puebla, Yucatán y Veracruz, las poblaciones indígenas tienen la mitad de centros de salud que el promedio nacional.

 

Carecen de atención especializada

Ser indígena también implica menos posibilidades de que atienda un especialista. En estos municipios, el 60 por ciento de todos los médicos en ejercicio son médicos generales, cuando en los municipios no indígenas representan sólo el 40 por ciento.

Los municipios de los Altos de Chiapas, de mayoría indígena, son un ejemplo de estas carencias y en casi todos se pueden ver escenas similares: centros de salud vacíos de médicos y medicinas. Eso sí, todos lucen en la fachada una placa nueva con el logotipo del gobierno local y el emblema del gobierno federal.

“Aquí se da la atención, pero por la temporada estamos en desabasto de medicamentos, el coco de todos los días”, relata el médico del centro de salud de un municipio de la zona, quien pidió no dar su nombre.

En teoría, la clínica donde trabaja este doctor es de las más completas de la zona, pues cuenta con área de enfermería, de psicología y hasta con nutriólogo.

Pero cuando buscas confirmar que estos servicios sí existan, te encuentras con que el nutriólogo es un pasante que en cuanto dan las 2 de la tarde se va a comer y ya no regresa.

Además, cuando alguien entra, lo primero que ve es un letrero que advierte que el ultrasonido no sirve y que se dará este servicio “hasta nuevo aviso”. A un lado hay un cuarto que sirve de farmacia, el cual está prácticamente vacío y sin nadie que atienda.

Redaccion Diario de Palenque

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