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Adoran a la guadalupana

 Adoran a la guadalupana

Miles de personas dan paso a su fe y celebran a la morenita del Tepeyac; la religiosidad a su máximo esplendor.
Una de las características principales del pueblo de México es que es profundamente religioso; cerca de 90 por ciento de la población se considera creyente católico y de ellos, casi la totalidad le tiene mucha devoción a la Virgen de Guadalupe.

Hay altares dedicados a la Virgen e imágenes de Ella, prácticamente en todas partes: en los mercados, en coches y camiones, en las casas, en los sitios de taxis, y hasta ¡en la billetera!
Ella es la Santa Patrona de México y acompaña a todos sus “hijos” en sus labores diarias: el deportista no puede salir a la cancha, sin antes pedirle suerte…. las ventas del día se le agradecen a la Guadalupana…. desde un retablo Ella cuida de los obreros de la fábrica, y por supuesto, Ella vela por nuestro sueño.

¿De dónde viene este gran fervor hacia la Virgen de Guadalupe?
Esencialmente del hecho de que Ella es la Virgen Mexicana. Ella escogió a México para revelarse, distinguió a los mexicanos con ese acontecimiento y por tanto es la Madre de todos.
La Virgen de Guadalupe es más que un símbolo religioso, es un emblema nacional.

En ella converge el nacionalismo de un pueblo humilde y generoso, con el fervor religioso. Es la unión perfecta entre lo místico, lo espiritual y la vida terrenal.
El obrero de una fábrica, el empresario, la secretaria, el jardinero y el bolero, el ama de casa y el estudiante y por supuesto los niños, reconocen en la Virgen de Guadalupe a la Madre de Dios, y especialmente la quieren como Madre de todo este pueblo.

En suma, entre los mexicanos, a pesar de que existen diferencias económicas, culturales y sociales, todos encuentran un punto de unión en la Virgen de Guadalupe, porque es mexicana, y porque uno de sus más grandes milagros es lograr la unión de todo un pueblo tan diverso, en una sola fe… la fe Guadalupana.

La religión siempre ha estado presente en la vida de los mexicanos. Desde los tiempos pre-hispánicos, se creía que el mundo era dominado por fuerzas sobrenaturales.
Había un dios para cada aspecto de la vida del México Antiguo, y había celebraciones y rituales para cada ocasión. La religión era, indudablemente, la fuerza reguladora de la vida de las naciones indígenas.
El México prehispánico era politeísta. Había un dios para cada actividad económica, como la pesca, la caza, el comercio y la agricultura… otro para cada fenómeno de la naturaleza: la lluvia, el viento, el fuego, otro para los astros como el sol, la luna o las estrellas.

A su llegada al continente americano, los españoles descubrieron un mundo profundamente místico.
Los conquistadores se dieron entonces a la tarea de convertir a los indígenas a la fe católica, y por supuesto, prohibieron sus ritos religiosos tradicionales.
En esa época, gran parte de la estrategia de conversión se basó en sustituir a los dioses pre-hispánicos por deidades católicas; y destruir sus templos paganos para erigir iglesias.
Uno de los ídolos más importante del México Antiguo era la diosa.

Tonantzin, cuyo nombre significa “Nuestra Madre Señora Tierra”, la cual tenía un pequeño santuario en el cerro del Tepeyac.
Fue en el año 1531, tan sólo diez años después de consumada la conquista militar de los españoles sobre Tenochtitlan, en ese mismo cerro del Tepeyac que la Virgen de Guadalupe, la Virgen Morena, se apareció para consagrarse como la Reina de México.

Y sucedió la mañana del nueve de Diciembre de 1531, cuando un humilde y sencillo hombre llamado Juan Diego, realizaba el viaje entre su pueblo y el pueblo de Tlatelolco a donde asistiría a la Santa Misa.
En el trayecto, al llegar al pie del cerro del Tepeyac, sintió que había algo especial… escuchó en la cumbre el canto de muchos pájaros; sintiendo una cálida paz, subió la cuesta y para su asombro, fue entonces que pudo contemplar la imagen de la Santísima Virgen.

Se arrodilló ante ella y con una inmensa devoción escuchó lo que Ella le pedía: “Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy la siempre Virgen María. Deseo que se erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, toda mi compasión. Ahí escucharé a los que a mi clamen, a quienes me busquen, a los que en mi confíen”.

La Virgen pidió a Juan Diego que fuera a ver al señor Obispo para exponer su deseo. El hombre obedeció y dio su mensaje al Obispo, pero él no se mostró muy convencido, por lo que le pidió que le trajera una prueba.

El 12 de diciembre, Juan Diego volvió a ver a la Virgen, quien le dijo que subiera al cerrillo y cortara las flores que ahí encontrara. Esa diversidad de rosas que encontraría, iban a ser la prueba que llevaría al Obispo.

El indígena obedeció y cortó cuantas flores cabían en su ayate y se las llevó a la Virgen, quien le ordenó que se las presentara únicamente al Obispo.

Al llegar ante el Obispo, Juan Diego desplegó su ayate, cayeron las rosas por el suelo y en su manto apareció la imagen de la Santísima Virgen.

El Obispo al ver el prodigio se arrodilló reconociendo la mano de Dios.
El ayate era una prenda de vestir utilizada por la gente sencilla y pobre de México, tejida a mano con el hilo del maguey. La aspereza de la tela hacía imposible que se pudiera pintar sobre ella….de acuerdo a muchas pruebas científicas, la imagen de la Virgen no fue pintada, está plasmada de forma inexplicable…es realmente un milagro.

La imagen de la Virgen mide 1 metro 43 centímetros desde la cabeza hasta el ángel que aparece a sus pies… Su rostro comunica ternura y paz…es de cabello negro y tez morena, como el pueblo Mexicano.
El Santuario que Ella le pidió a Juan Diego, se construyó en el Cerro del Tepeyac y lleva por nombre Basílica de Guadalupe.

La imagen de la Virgen ha estado profundamente ligada a la historia de México. En especial, al iniciarse la lucha por la independencia en contra del yugo de España, el cura Miguel Hidalgo llamó al pueblo de México a levantarse en armas teniendo como estandarte una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Cien años más tarde, durante la Revolución, las tropas de Emiliano Zapata gritaban “vivas” a Nuestra Señora de Guadalupe. Indudablemente es su imagen símbolo de la Mexicanidad.
Como a una verdadera Madre, a la Virgen se le pide todo tipo de ayuda. Se le pide por la salud de sus fieles, por el bienestar económico, por la paz.

Entre sus fieles esta aquel que entra de rodillas a pedir perdón o a agradecer un favor recibido.
Y también está el que ‘Jura’, es decir promete, ante la Virgen no volver a cometer una falta. El alcohólico jurará no volver a tomar, el desempleado pedirá por una oportunidad laboral, el enfermo por la salud. Y a cambio del alivio y del perdón, la Virgen de Guadalupe tiene toda la fe, la devoción y la esperanza de todo un pueblo que le brinda su amor.

No es exagerado decir, que el 12 de diciembre, fecha conmemorativa de la aparición de la Virgen, es la fiesta nacional de México por excelencia.

Muchos de ellos hacen el viaje, desde su lugar de origen, en bicicleta. Hay camiones que los van siguiendo para ayudarlos, de ser necesario, y para que ahí descansen ella noche. Por la mañana reinician el fervoroso viaje. Estos camiones van decorados con la imagen de la Virgen y flores.

Mientras algunos peregrinos llegan de rodillas en señal de la enorme devoción a la Guadalupana, otros le ofrecen sus incansables danzas. Estos bailes son una mezcla de los rituales pre-hispánicos y católicos.
También son tradicionales los cánticos a la Virgen Morena.

Es costumbre que artistas famosos del país, vayan a la Basílica a darle “Serenata” a la Virgen y cantarle “Las Mañanitas”.

Palenque se ha considerado como un paso obligatorio de muchas antorchas que año con año hacen peregrinaciones a distintas partes del país y es que no importa la edad ni la condición física en la que se encuentre en ese momento ya que el simple hecho de hacer la peregrinación con la Madre de Dios es motivo de fuerzas y de esperanzas.

No importan las condiciones climáticas, el fervor es tanto que hasta el dormir en la calle es considerado de fe por muchos guadalupanos; el hambre, el frío, la lluvia e inclusive muchos accidentes a los que están expuestos los antorchistas, no permean la devoción para cumplir la promesa que le hiciste a la morenita del Tepeyac.

Muchos de ellos se llevan hasta una semana en recorrer varios kilómetros llevando la llama de la esperanza que encenderán en una ciudad elegida cada año para llevarlos a su comunidad o ciudad.

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