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Política Cero

 Política Cero

Jairo Calixto Albarrán
Ceros y más ceros20 mil millones no pueden estar equivocados

Lo barato puede salirte caro, decían las abuelas mientras regateaban al marchante el precio del huachinango en el mercado sobre ruedas. Y sí. Por eso el Instituto Nacional Electoral, que se parece tanto al IFE que no puede engañarnos, dice requerir alrededor de 20 mil millones de pesos para gastos de representación, organización electoral, cotorreos varios y sostenimiento de campañas. Por supuesto, los mismos que se molestan por los miles de litros gastados en el Iced Bucket Challenge y la exigencia de la hermana república bananera de San Lázaro de un presupuesto de 8 mil millones para pasársela bomba, ya la están haciendo de jamón nomás por envidia.

O sea, en vez de celebrar que, por ejemplo, nuestros senadores prefieren viajar en primera clase en vez de convivir con la perrada (son capaces de reclamarle cualquier ociosidad, incluso que el gobierno de Sonora se haya hecho pato con lo del ecocidio de los mineros Grupo México, pues al señor Larrea la reforma energética le pela los dientes) pues así le dan dignidad a la curul, quieren que los traten cual niños migrantes no acompañados. No se vale. En todo caso que los senadores armen un fideicomiso para financiar a los grupos más vulnerables como los blanquiazules organizadores de orgifiestas, los políticos caídos por selfies con La Tuta, los oportunistas de la consultitis agudas.

Digo, la democracia nacional está habituada a un estilo de vida pequeño burgués de señora de Las Lomas, ni modo que ahora se le aplique el salario mínimo, la austeridad republicana y el derroche de charro sindical. Ni modo que después de una vida de excesos de pachá, al INE le diera por ser un traidor de clase como al PAN que ahora, en una especie de arrebatado marxismo de clóset a través de sus remordimientos por el nanosalario mínimo, ahora quiere “avanzar hacia un sistema económico más equitativo”. Ni Los Chuchos lo hubieran dicho.

Como sea, si el INE le va a ser cuentachiles, será en todo caso como #LadyChiles, la veracruzana que mientras regañaba a la chica del trabajo doméstico peor que si fuera yijaidista europea solo por llevarse dos chiles en nogada, grababa el numerazo porfirista de película del Indio Fernández para subirlo al Facebook y dar una lección moral.
Veinte mil millones no pueden estar equivocados.

Duda Razonable
Carlos Puig

22 mil 322 desaparecidos. La cifra de nuestra vergüenza, Después de casi dos años de tropiezos, feria de cifras, desinformación y la renuncia de un subprocurador encargado del caso, la semana pasada Mariana Benítez salió a poner un poco de orden y a informar dónde estamos respecto a las personas desaparecidas.
Veintidós mil 322 es el número macabro que contiene el Registro Nacional de Datos de personas extraviadas o desaparecidas.

Esto después de que, según explicó la subprocuradora, desde “el inicio de esta administración” se ha venido trabajando en la depuración de la lista y en la búsqueda de estas personas. Benítez enumeró varias acciones: “Actualización de las denuncias, averiguaciones previas, carpetas de investigación o actas circunstanciadas radicadas en las fiscalías y procuradurías estatales. Establecimiento de contacto con los familiares para actualizar la información. Identificación de posibles homonimias o duplicidades contenidas en los registros de dos o más procuradurías o fiscalías locales, y cruce de información con bases de datos de otras dependencias o instituciones”.

Después de un año y medio de trabajo se ha logrado quitar a 30 mil del macabro registro.
La mayoría, por cierto, localizados vivos.
¿De qué tamaño —cuántos hombres, cuánto presupuesto— debe ser el esfuerzo de un Estado democrático y responsable para buscar a sus ciudadanos? ¿Si al final resulta que en un sexenio desparecieron mil, dos mil, tres mil, cinco mil… cómo se explica, cómo se investiga, cómo se castiga?

Si entendí bien a Mariana Benítez, de los 30 mil depurados/localizados hay mil 224 localizados sin vida. ¿Cómo murieron? ¿Quién los mató? ¿Cuántas investigaciones hay para encontrar a los culpables? ¿Por qué murieron?
La resaca de la última década apenas comienza.
De cómo la enfrentemos depende la calidad de nuestro futuro. No tengo duda.

La Letra Desobediente
Braulio Peralta
Soñar con 2.7 %

Paga impuestos desde que inició el periodismo, cuando gobernaba José López Portillo. Ha escuchado hablar de abundancia económica a 13 secretarios de Hacienda en los últimos sexenios: se llenan la boca de progreso. Hablan del mañana, nunca del presente. Hacen soñar dinero: desde el serio de Moctezuma, la esperanza de David Ibarra, el bromista  Jesús Silva Herzog, el serio de Petriciolli, el vivo Pedro Aspe, o los estrategas Jaime Serra Puche, José Ángel Gurría y Guillermo Ortiz, o durante el panismo, con Gil y Carstens, Meade o  Cordero, y el actual, Luis Videgaray, el hombre promesa de Peña Nieto.

La política mexicana convierte las palabras en ilusiones perdidas. Sobre todo cuando prometen defender el bolsillo del pueblo. Luis Videgaray lleva dos años con palabras de ensueño. Aunque, hasta hoy, los mexicanos se quejan de dinero circulante. Ni los empresarios le creen. Hemos vivido de ilusión y reformas de todo tipo, implementadas magistralmente por Enrique Peña Nieto. Uno se hace duro de roer ante el discurso triunfalista de Videgaray,  porque la historia de la economía de los últimos años es un desastre. Son los mismos pero con otros nombres y apellidos (o no: Rafael Tovar y de Teresa ya estaba cuando gobernaba López Portillo). El error de Paz a favor de Salinas, ya se sabe, igual que el de Aguilar Camín: hemos visto cómo terminaron aquellas economías. Desde entonces, pura ilusión, con PAN o con PRI. Videgaray podría no llegar a concluir nada. No es su deseo. No. No es fatalista. Pero se cansa. Y 2.7 por ciento parece un sueño más (ojalá).

Escribí en el diario Liberación, que dirige Óscar Camacho:

“Llegar a mi edad con un departamento de 125 metros y otro de 60, sin ahorros pero pensionado no creo que sea la panacea como destino para un profesional (aunque pueda presumir de premios por mi trayectoria de periodista). Lo que sigue es irla pasando y esperar las enfermedades lógicas del tiempo. Cuidarte lo mejor que puedas, porque caer en los servicios públicos de salud puede ser mortal. Ascender en la clase social en México es una cuestión  personal, no una procuración de justicia por parte del Estado. Aposté por la honestidad. Creía que pagar impuestos me hace un ciudadano comprometido con el país. Me salió caro: lo más caro que he pagado en mi vida”.
(Si consulta en internet “Liberacion MX”, puede leer la crónica completa).

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