Atenea Palencana
Juan Manuel Morales Fimbres
«“La tarde; la extraña blancura de las hojas verdes; la humedad y el sonido terrenal de chicharras; bajo la exquisita presencia de un canto eterno. Y todo, frente al más anónimo jardín, y sin más, en el ocaso tierno de mi alma.”»
¡Qué bello! ¡Qué bello! Mi apreciadísimo profesor Fimbres.
Parece mentira, pero aquí están algunos de los “frutos”; y muy a pesar de aquél vivir, y de todos aquellos “resbalones” y caídas [“Como si fueran las de un infante al tratar de caminar”] y ahora, como jóvenes maduros y unos, ya casi viejos; nos vemos disimuladamente orquestados por nuestros propios “inframundos terrenales” cual “arquitectos perfectos” de nuestras vidas, en un entorno “confuso” y demencial de promesas ajenas de “dicha y felicidad”.
Conceptos tan hermosos como la dicha y la felicidad que, hoy por hoy no sabemos a cabalidad si podríamos hablar de “ellas”. Ya que nuestra “ceguera” es tal, que en la gran mayoría de los casos los términos se contraponen o se confunden por la falta de “paz y amor”; y aquella constante necesidad de “drama y conflicto” dictados por la misma necesidad de un misterioso “ente invisible”.
Y para nuestro asombro [“Y quizás, no tanto para aquellos doctores en psicología clínica o psiquiatría”] se estará hablando quizás de un verdadero “impostor invisible” que sería un “mil máscaras”, que no se aprecia del todo como un gran “actor de la vida”; ya sea en la comedia” y la fiesta de la hermosa “boda” o en el “doloroso drama” de un parto materno mal logrado o el nacimiento de un hijo enfermo o discapacitado. El caso es que la ciencia lo identifica como las “mil facetas” del “ego” y hace referencia del “doble discurso” de todo un “ego” esquizofrénico”.
Y aquí, existen las más increíbles historias tanto, de las “afortunadas” como de las “desafortunadas” vidas humanas; dándose a la vista de todos los aquí y allá presentes; amén, de aquellas grandes novelas ahora proyectadas en la gran pantalla del “séptimo arte”. Y si en este tenor habláramos del historial palencano, sabríamos que el “macondo” de + Gabriel García Márquez, podría palidecer ante el “Palenque de palenques”.
Por tales apreciaciones, no dejaremos de observar y ver, un tanto a la manera “tomas-maniana”, “octaviana” o dostoyevskiana, retratándose ante “los ojos de la tierra”, en todos los rostros del mundo, en todos los semblantes, en todas las miradas, todas las manos, pies y cuerpos de la vida; eslabones y ejércitos que dan el testimonio universal bajo la luz del sol; abonando al sustrato civilizado de lo humano de época en época y de generación en generación, y reconstruyendo en tiempo terrenal el mosaico y a la vez el maravilloso arcoiris de toda “sociedad”.
¡Excelente! Mi estimado viejo amigo, [“Ya no sé, si reír o llorar, me dijo otro buen amigo de la mesa del café”]. Y aquí, se despide gustoso el otrora “príncipe palenkano”, y autonombrado también, como el “filósofo fantasma” de las conocidas ateneas palencanas:
«“¡Ya lo sabemos! Me dijo otro buen amigo, y no importa; repítalo y repítalo: Así es, y ha sido; a muchos amigos, conocidos y familiares, no les cae el “veinte”, como que no ven o como que no saben leer o entender; pero, tal vez, tan solo se trata de corazones que se consumen en envidia y en “llamas”.»
Interludio
Román Revueltas Retes
La izquierda obstruccionista
¿Tendremos algún día, en este país, a una izquierda moderna que reconozca abiertamente las virtudes del libre mercado al tiempo que promueva los valores de la justicia social? El espíritu progresista de nuestros izquierdistas oficiales sí se manifiesta, por fortuna, en una Ciudad de México donde las leyes conceden igualdad de derechos a las minorías sexuales, entre otras prerrogativas que los representantes populares de la Asamblea Legislativa han otorgado a los ciudadanos. Muy bien, pero en el tema de la economía persiste una visión trasnochada de las cosas en la cual el capitalismo es equiparado a la rapiña y se promueve una doctrina estatista que, además, se asocia a la sempiterna defensa de la “soberanía”. México no sería así otra cosa que un botín para los aviesos inversores del exterior y cualquier apertura comercial, cualquier tratado que hayamos pactado con otros países y cualquier contrato celebrado con corporaciones privadas se vive como una “traición a la patria”. El tremendismo es uno de los recursos más socorridos en el discurso de un PRD que nos avisa siempre de infamias, vilezas, complots y componendas siendo que, cuando le toca gobernar, las cosas no le salen muy diferentes.
El rasgo más pernicioso de la izquierda mexicana, sin embargo, es el amparo que ofrece a esos grupos corporativos y esas organizaciones presuntamente sociales cuyas demandas no representan intereses colectivos sino meros provechos derivados de las políticas clientelares de los partidos. Basta que se aparezca por ahí una asociación de agitadores para que sea de inmediato apadrinada por los supuestos liberales que, entonces, terminan por promover un perjudicial inmovilismo: en un país que no ha alcanzado la igualdad social que merecen sus pobladores, el resentimiento de la gente es la mejor materia prima para el obstruccionismo. Dicho en otras palabras, los partidos de izquierda siempre encontrarán gente para oponerse a todo. Y, por lo que parece, ése es su mejor negocio.