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Diario de un Reportero

 Diario de un Reportero

Luis Velázquez
“¿Estás conmigo o contra mí?” Hay de embutes a embutes Madrazo con madrazo se paga

DOMINGO
Las plumas de un periódico
Ignacio Ovalle fue secretario particular del presidente Luis Echeverría a los 27 años de edad, y luego subsecretario y secretario de la Presidencia.
Con José López Portillo fue director del IMSS-Coplamar y embajador de México en Cuba y Argentina.
Incluso, cuando repartía el gabinete, López Portillo le llamó al privado y le preguntó qué cargo habría de darle, pues con Echeverría había desempeñado los más altos niveles de la administración pública, hasta llegar a secretario del gabinete legal.
Conocedor de las reglas del juego político y social y económico y mediático, Ignacio Ovalle siempre ha dicho lo siguiente sobre la prensa escrita y hablada: “En política, una cosa son los dueños de los medios; y otra, las plumas”.
Deseaba así Ignacio Ovalle diferenciar la relación y el trato que por un lado merecen de los políticos los dueños de la prensa, y por el otro, los tecleadores, los reporteros, los columnistas.
Claro, cuando el dueño amanece con el hígado atravesado, ni hablar, “con la mano en la cintura” despide al trabajador de la información.
Pero con todo, un periodista lo será siempre, y aun cuando el destino de un reportero es andar de un periódico a otro atrás del sueño y la utopía, de cualquier manera su esencia está fuera de duda.
Así lo reconocía Ignacio Ovalle.

LUNES
Vivir entre reporteros
Mario Vargas Saldaña, ex alcalde jarocho y cuatro veces diputado federal, director de Investigaciones Políticas de la secretaría de Gobernación con don Jesús Reyes Heroles, vivía los días y las noches de la siguiente manera: desayunaba, comía y cenaba y tomaba café entre una y otra comida siempre, de manera invariable, con reporteros y columnistas.
Mientras otros políticos cultivaban la relación política y amical y afectiva y diplomática con otros políticos, sus iguales, sus jefes, sus auxiliares, Vargas Saldaña vivía por y para, digamos, el periodismo político.
De acuerdo con sus amigos, se tomaba hasta 50 tazas de café cada día, unas 500 cada diez días, 1500 al mes.
Y todas, hablando y platicando e intercambiando barajitas con los columnistas, sobre todo.
Entre el número de amigos reporteros que tenía estaba cerca de dos, paisanos suyos, originarios de Veracruz.
Ángel Trinidad Ferreira, de Alvarado, y Francisco Cárdenas Cruz, de Minatitlán.
El par firmaba la columna “Frentes políticos”, en el periódico Excélsior, de don Julio Scherer García, y significaban un prestigio para el diario.
Es más, los dos eran reconocidos como los reporteros mejor informados del país, como nunca, jamás, han vuelto existir, desde entonces.

MARTES
El político que era su jefe de prensa
Don Fernando Gutiérrez Barrios era su propio jefe de prensa. La oficina de comunicación social estaba para los boletines y las fotografías.
El gobernador de entonces mantenía una relación directa con los medios. Si, por ejemplo, el reportero del periódico más sencillo y modesto de norte a sur de Veracruz le hablaba por teléfono con sólo presentarse como reportero contestaba el teléfono, dispuesto siempre, con serenidad, a escuchar y contestar.
Su amigo, Raúl Ojeda Mestre, lo describía así: “Siempre estaba pendiente de una emergencia, un imprevisto, la necesidad de un reportero. Y como pocos, se anticipaba. Y siempre, de manera invariable, con discreción”.
También ejercía el mismo trato con los dueños de los medios. Desde luego, tomaba café, desayunaba con los magnates.
Pero en el caso de los reporteros los distinguía quizá con más diligencia, porque son quienes escriben, los que teclean, quienes hurgan la información, y como afirmaba don Julio Scherer, los que buscan hechos, datos, hasta debajo de las piedras.

MIÉRCOLES
“¿Estás conmigo o contra mí?”
Si vamos a la biografía, la mayor parte de los políticos suelen incluir en una tribu a los reporteros, al mismo estilo de José López Portillo en México y Richard Nixon en Estados Unidos, cuando preguntaban a los reporteros de la fuente: “¿Estás conmigo… o estás contra mí?”.
De igual modo, unos políticos, funcionarios públicos, ediles, alcaldes, gobernadores, secretarios del gabinete legal y ampliado, ponen un sello en la frente al gremio reporteril.
Y ni se diga, los jefecitos de prensa.
Fulano, dicen, está con nosotros. Es una pluma amiga.
Zutano, precisan, está contra nosotros. Y su pluma está al servicio de nuestro enemigo y adversario.
Merengano… batea, si puede, por todos lados. Juega al inteligente. Juega con fuego. Se cree muy vivo, audaz y temerario.
Otros, claro, aplican el principio universal de la Universidad de Harvard, campus Nopaltepec: “Lo que en política se compra con dinero… sale barato”.
En fin…

JUEVES
Madrazo con madrazo se paga
Gerardo Poo Ulibarri es alcalde jarocho. Un día, en el vespertino “La tarde” le asestan un madrazo, en primera plana, a 8 columnas.
Hombre de carácter y temperamento fuerte, acostumbrado a hablar sin rodeos, invita un café a Francisco Barragán, a la sazón jefe de Redacción.
Y sin más, cuando apenas se ha sentado en la oficina presidencial, le pregunta, abriendo el primer cajón de su escritorio, sacó un manojo de billetes y los puso sobre el escritorio:
–¿Quién te pagó para madrearme?
Barragán miró el billete y miró al presidente municipal. Y dudó.
El alcalde advirtió la sombra de duda en los ojos del reportero. Y tomó otro manojo de billetes y lo puso sobre el montoncito y repitió la pregunta:
–¿Quién te pagó para madrearme?
Barragán pronunció el nombre que el alcalde deseaba escuchar.
Entonces, el edil tomó otro paquete, más grande, de billetes, lo puso en la mesa y dijo a Barragán:
–Para mañana, le das un súper madrazo a ese cabrón.
Barragán se apresuró a tomar la montañita de billetes y se retiró de la oficina edilicia.
Al otro día, tal cual publicó la nota.
Así, el alcalde devolvía el madrazo con otro madrazo.
Lo dice el refrán popular: “La cuña para que apriete debe ser del mismo palo”.

VIERNES
Hay de embutes a embutes
Según el reportero y según el medio donde trabaja, el político calcula el embute.
Claro, si entre ambos existe, digamos, una amistad, entonces hay justicia y gracia, y hasta en cómplices suelen terminar.
Un embute es para el diarista que solo reportea y escribe y espera al día siguiente para saber si sus notas aprobaron el filtro de los jefes de Información y Redacción y del director editorial y del director general.
Si el reportero publica crónicas y reportajes de investigación otro es el embute.
Y si es columnista, otra.
Y si es jefe de redacción y/o de información y/ director editorial, y así por el estilo, el embute aumenta.
Desde luego, ocurre como en el mercado de la carne humana, pues nunca será el mismo cobro de una trabajadora sexual en la calle del pecado que de una casa de citas que de una Barbie.
Por eso, el político pone precio a la pluma del reportero y el diarista sabrá si lo acepta o, por el contrario, lo rechaza, o si de plano, nunca, jamás, entra a la lista negra.
Pero más aún.
Con frecuencia ocurre que un jefe de Información dice al reportero con todo el aplomo del mundo: “Esta nota me huele a embute”.
Y a veces, sucede que el reportero corrompe al jefe de Información y le pasa el diezmo, el doble diezmo.
Y así se va integrando una cadenita humana como ocurre, por ejemplo, entre las corporaciones policiacas, donde el policía de la calle pasa el diezmo al comandante y el comandante al jefe superior y el jefe superior al subsecretario de Seguridad Pública y el embute, impune como es, seductor, infalible, sigue trepando la escala del poder.
El frívolo José López Portillo lo dijo hace siete sexenios: “Somos un país de cínicos”.

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