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Panteones

 Panteones

La mala planeación que han tenido los panteones municipales para su crecimiento los hace impenetrables como inevitable pisar las tumbas o abrirse paso en la maleza y esperar que entre la basura no encuentres una culebra, rata o cualquier animal ponzoñoso, cuando visitas la tumba de un ser querido. Esta es la verdadera y triste realidad de los camposantos en Tuxtla.

Panteones con fachadas bonitas, entradas limpias, que se peinan y maquillan solo para la temporada de muertos. No así los once meses restantes del año, son simplemente, entradas que tratan de ocultar la situación precaria en la que se encuentran los panteones municipales de la capital chiapaneca.

Sin vigilancia, lleno de basura, con las paredes colapsadas, tumbas convertidas en bodegas, hombres fumando hierba y deambulando por los corredores, es como se mantienen los panteones de Tuxtla. Convertidos en un espacio triste, sucios, donde solo unos pocos acuden.

Son cuatro los panteones municipales de la capital chiapaneca: Panteón Jardín, Panteón Ejidal de Terán, San Marco de la colonia “Los Pájaros” y el Panteón de Plan de Ayala, todos administrados por la Dirección de Mercados y Panteones, a cargo de Juan Manuel Sánchez, quien -bajo el cobijo del presidente municipal, Carlos Orsoe Morales Vázquez- nada hace por mejorar los camposantos.

El Panteón Jardín vive una gran simulación: con una majestuosa entrada, que recibe a los visitantes; botes de basura limpios, enfilados a dos metros de distancia; una iglesia recién pintada; andadores limpios y pintados, pero sólo es el ‘cascarón’ de un muladar, porque en su interior, la realidad es diferente.

Esta dirección funciona únicamente como una oficina de trámite, porque con todo el descuido, se nota la carencia de empleados del Ayuntamiento, más no de hombres que hacen la limpieza, trabajadores de albañilería, cargadores de agua, quienes lo han convertido en un centro de trabajo al que no le guardan respeto y violan el reglamento porque han convertido las tumbas en bodegas.

Pese a las precarias condiciones en las que se encuentra el Panteón Jardín, a este únicamente le dan una “manita de gato” en la llamada zona “dorada”, donde están enterrados los parientes de familias prominentes de Tuxtla Gutiérrez. A simple vista, lo que se logra ver con malla ciclónica, la calle que lo atraviesa y la iglesia, son una fachada, lo demás está en el abandono.

Es un secreto a voces que este camposanto funciona como dormitorio, un espacio sin ley, sin seguridad, donde se fuma de lo bueno y de lo malo, y beben como en una cantina, porque los espacios entre tumbas están repletos de botellas de alcohol, lo que representa un riesgo para los visitantes.

Al ingresar a este panteón se observan más de 20 hombres, sin una identificación, algunos sentados en las bancas de la capilla que está al ingreso, otros cerca de los tanques de agua, misma que utilizan para lavar las tumbas, llenas de hojas y suciedad.

Son ellos los que guardan herramientas, carretillas, madera, cementos, botellas de caguama en las tumbas olvidadas por sus familiares, los que dejan los escombros en los pocos pasillos del cementerio, bajo la mirada de quienes son responsables de los panteones municipales.

El único panteón que cuenta con elementos de la policía, quienes están sentados en la entrada -pero están- es el panteón San Marcos de la colonia Los Pájaros; en el panteón de Terán, tiene una pequeña caseta en la entrada, pero muchas entradas y salidas, donde no hay vigilancia.

Además, son muchas las tumbas que están abiertas, en su mayoría inundadas, siendo un factor para la producción de moscos, el monte elevado, además al ser un piso de tierra hay mucho lodo, ante una caída sería inevitable hacerse daño con las varillas expuesta de las tumbas, los cristales rotos o algún animal escondido en la basura.

En estos panteones no se respeta a los muertos, porque si los familiares no pagan, sus restos se convierten en comunes, y los espacios son vendidos a quienes al mayor postor.

Cada vez hay menos espacios para los difuntos, pero no así para las pilas de basura que se acumulan, que nadie recoge o si lo hacen lo amontonan en las orillas en las partes olvidadas, no por los familiares, sino por las autoridades municipales que han hecho de este espacio un verdadero muladar.

Redaccion Diario de Palenque

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