Hablando de historia
Profesor Agustín Román Alvares Bolívar
Cronista municipal de Palenque
¡Hola! Mis amigos lectores espero estén protegiéndose como lo indican las reglas para cuidar su salud el día de hoy les publico algo sobre la vida de Fray Pedro Lorenzo de la Nada, conocido como el cura de Chiapas y Tabasco, organizador de Ocosingo, Bachajón, Chilon, Yajalón, Petalcingo, Tila y Túmbala. La apasionante vida de Fray pedro a su llegada a Chiapas desde 1560 es digna de leerse detenidamente, aquí la pongo en tus manos disfrútala en por lo menos tres publicaciones venideras.
Recibe la fraternidad de mi gratitud.
La valentía de Fray Pedro.
Analizando el resultado de la guerra del lacandón, quedó claro que ni los lacandones ni los pochutlas habían sido pacificadores de verdad. En cuanto a los últimos su sumisión iba a lograrse a muy corto plazo y, en contra de las esperanzas de todos, sin recurso a las armas. Se trata de la acción pacificadora, extraordinaria en varios sentidos, de dominico Fray Pedro Lorenzo, que llego de España a Chiapas en 1560 y trabajo más o menos veinte años entre las comunidades reducidas de la provincia de los Zendales y las comunidades insumisas de la Selva Lacandona. La labor misionera de este fraile excepcional la conocemos en sus grandes líneas gracias a Tomas de la Torre, Antonio de Remesal, Agustín Cano y Francisco Ximénez. De los cuatro cronistas dominicos mencionados el más valioso es sin duda alguna Tomás de la Torre, por ser testigo contemporáneo a los hechos y además por dar su opinión sobre el trabajo de Fray Pedro, en calidad de su superior religioso. Antonio Remesal sigue muy cerca la relación de Tomas de la Torre, cediendo a veces a la tentación de dramatizar los datos, como es su costumbre; Agustín Cano plagia a Remesal y Francisco Ximénez transcribe a Tomás de la Torre. Fray Lorenzo llegó a Chiapas en 1560 y fue asignado al convento de Ciudad Real, donde se señaló pronto por su cariño a los indios y su afán de aprender varias de las lenguas nativas. Los documentos disponibles afirman que dominaba por lo menos cuatro, el tzotzil, el tzeltal, el chontal y el chol. Pocos años después de su llegada, probablemente al principio de 1563, decidió pacificar a los pochutlas, que habían vuelto a poblar su isla lacustre y amenazaban de nuevo a sus pueblos cristianos vecinos. Acompañado solo por una decena de indios amigos, de los cuales uno era Pochutla ya convertido, llego sin mayor problema a la laguna de Pochutla y fue recibido con gran amabilidad por el cacique decidiera la tribu, llamado Chanaghoal. Tres días de predicación pacífica y de trato amistoso bastaron para que el cacique decidiera abandonar la isla fortificada, junto con todos sus súbditos, para ir a vivir en un pueblo de paz bajo la tutela de los frailes. Ya se estaban haciendo los preparativos para la salida, cuando algunos descontentos, encabezados por un principal irreductible, se opusieron violentamente, amenazando matar y comer ritualmente a Fray Pedro para castigarlo de esa manera por su temeridad. El cacique, sin embargo, protegió el misionero con su autoridad y le facilitó el regreso a Ocosingo, no sin prometerle solemnemente que pronto seguiría con su gente para que los frailes pudieran ocuparse de ellos.
Los colones y frailes de Ciudad Real apenas pudieron creer a sus propios ojos cuando vieron volver a Fray Pedro indemne de visita a Pochutla. Pero mucho mayor fue todavía su sorpresa cuando al principio de 1564 corrió la noticia de que el cacique Chanaghoal, fiel a su palabra, estaba listo a salir de la selva con toda su gente y ofrecer la paz a los españoles. Fray Pedro, acompañado por otro fraile llamado Pedro de la Cruz, salió al encuentro de los pochutlas milagrosamente convertidos. La casi totalidad de la tribu fue asentada en el pueblo de Ocosingo, donde se les asigno un barrio propio y separado de los ya existentes. Probablemente formaron una misma comunidad con sus hermanos culturales, los indios de Topiltepeque, que ya llevaban cuatro años de vida pacifica en el mismo pueblo de Ocosingo, donde habían fundado, como hemos visto, su propia parcialidad. Dentro del pueblo colonial de Ocosingo, los pochutlas y topiltepeques iban a vivir, hasta el fin de la época colonial, una vida sociopolítica separada. Al principio, la nueva colonia tropezó con serian dificultades, puesto que la Audiencia de Guatemala no quiso ayudar a Fray Pedro con dinero de la caja real para abastecer a los recién llegados hasta que tuvieran sus propias sementeras. Pero pese a este comienzo problemático, la reducción de los pochutlas a su nuevo pueblo se demostró durable y definitiva, tomando en cuenta una cierta inestabilidad que resulto, en 1631, en un intento frustrado de regreso a la selva.
Vale la pena detenernos un momento a analizar la reacción de las autoridades, tanto civiles como religiosas, ante lo que Tomás de la Torre llamó “la valentía de Fray Pedro” y Francisco Ximénez “la hazaña más heroica que se puede pensar”. La negativa de la Audiencia de apoyar económicamente la reducción de los Pochutlas, se explica por la envidia que sin duda hayan sentido los oidores cuando vieron triunfar a un simple misionero allí donde había fallado todo un ejército. Pero más significativa es la actitud de los propios superiores de Fray Pedro. Tomas de la Torre, reelegido provincial en enero de 1564, termina su relato de la entrada pacífica de su súbdito con unas consideraciones netamente reprobatorias. Tratándose de indios insumisos y además irritados por las armas españolas, la prudencia hubiera exigido –en la opinión de Fray Tomás– una acción a distancia, por contactos indirectos y después.
“No aconsejaré yo a nadie semejantes caridades, porque tierra en medio se ha de tratar con estos hermanos que están escandalizados de los españoles. No digo con arcabuces, que esa es nueva manera de predicar y publicar el evangelio. No digo, sin tierra en medio y tomando rehenes de ellos a sus hijos, como los Padres lo sabemos hacer…” (Carta del subdelegado Calderón s.f. (A.G.G., Al 12-2486-118. F.15).