Cancel Preloader

“Lejos de Casa”

 “Lejos de Casa”

Venezolanos han tenido que atravesar un verdadero calvario, entre persecuciones, amenazas y fugas, en su intento de mejorar su calidad de vida lejos de la dictadura venezolana.

Gustavo Laines: Palenque

Desde escapar de una dictadura, hasta sufrir actos de tortura, es lo que Jaime, de origen venezolano, tuvo que sobrevivir para poder llegar hasta la ciudad de Palenque, con la finalidad de buscar una vida mejor para el y su familia.

Aproximadamente 4 mil 288 kilometros, fue lo que esta familia recorrió, alternado entre caminatas y transporte, atravesando cerca de nueve países, abandonando toda una vida, comodidades, empleos y parientes, para hoy, dormir en las calles de otro nación a miles de kilómetros de distancia de su hogar, buscando que, el día de mañana, puedan empezar de nuevo una vida digna, lejos del pasado.

El principio

Profesor de Ciencias Sociales, graduado en Geografía e historia, Jaime presencio la época en la que, en aquel entonces presidente, Hugo Chávez, se encontraba frente al país sudamericano.

Una época en la que en Venezuela se encontraba económicamente estable, era el principal exportador de petróleo y todo parecía apuntar a que las nuevas generaciones heredarían un país estable.

Sin embargo, Jaime cuenta, que tras la muerte del entonces presidente, llegó otro mandatario que traería consigo la desestabilidad del país, llevando diferentes acciones, empezando con la censura de los medios de comunicación.

Aquel país prospero, abundante y con promesa de ser aún mejor, se había acabado, y se convirtió en pobreza, crisis, desempleo, violencia y una dictadura, que obligó a miles de venezolanes a migrar a otros países.

Cuenta, que alimentos como las frutas y verduras, llegaron a estar tan escasas, que se convirtieron en productos de lujo, pues debido al desabasto, su precio se triplicó.

Escases de comida, violencia militar, súper inflación, narcotráfico y corrupción, fue lo que obligó a Jaime, su esposa y sus dos hijos, a abandonar al país que los vio nacer y crecer, pues las condiciones de vida ya no eran favorables.

Al tratar de huir del país, Jaime y su familia se convirtieron en perseguidos por la Guardia Nacional Venezolana, quienes intentaron detenerlos para que no cruzaran la frontera colombiana, sin embargo, la policía de Colombia los acogió y ayudó para salir del país.

Emprender el viaje

Una vez atravesando la frontera, la familia venezolana emprendió un viaje que no tendría retorno, sin saber, lo que les esperaba con cada paso que daban.

Tratando de avanzar, Jaime y su familia buscaron continuar su camino, viéndose obligados a abandonar Colombia, sin embargo, sería aquí donde encontrarían las primeras advertencias que la vida les daría para evitar que continuaran.

Por su paso en la frontera entre Colombia y Panamá, la familia venezolana es secuestrada por una organización criminal a la cual definió como “Clan del Golfo”, grupo criminal que sobrevive extorsionando y robando a los inmigrantes.

Jaime, cuenta, la razón del secuestro fue para despojarlo del poco dinero que cargaba con el, por lo que, al negarse a dárselos, lo torturaron quitándole las uñas de los pies, una por una; los criminales, al ver que Jaime seguía negándose, lo amenazaron con asesinar a su esposa y de abusar sexualmente de su hija menor de edad.

Tras estas amenazas, no tuvo más remedio que entregar todo su capital, para luego, ser abandonado junto con su familia, a su suerte en la selva, mejor conocida como Tapón del Darién, una región prácticamente intransitable por la densa y basta vegetación.

Pasaron días de hambre, caminando sobre el fango, bajo el calor de la selva y cuando todo parecía perdido, Jaime encontró un poco de fé, lo que le permitió sacar a su familia con vida de aquel lugar al que muchos han calificado como un infierno.

Su paso hasta México

Jaime atravesó los países de centroamérica sin problema alguno, describió a honduras, como un país empático, pues afirmó, que en este país fueron muy bien recibidos por las autoridades salvadoreñas.

Más adelante, la familia llegaría a Guatemala, para después, arribar a México por la frontera sur, en la zona libre llamada “El Ceibo”, lugar, que colinda con Tenosique, Tabasco.

Jaime, explicó, que, al poner un pie en México, se dio cuenta de que nada había cambiado, pues lo primero con lo que se topó fue con más violencia.

“Nosotros entramos a México, un muchacho nos estaba ayudando con los niños y los bolsos, el se llevó a los niños a la parada, donde esta el letrero que dice “bienvenido a Tabasco”, en el momento en que el se va, salen del monte dos sujetos armados, nos golpean a mi esposa y a mi, nos quitaron todo lo que teníamos, fue un asalto a mano armada.”

Golpeados y mal heridos, fue como resultaron durante sus primeras horas en el país, asegura, pidió ayuda a las autoridades mexicanas, sin embargo, no encontraron nada más que impunidad.

Luego de ser asaltados, tuvieron que buscar la manera de subsistir, dijo, limpiando casas para poder ganar unos centavos.

De entre sus recuerdos en su instancia en Tenosique, recordó que, al acercarse a las oficinas de ACNUR, fueron ingresados a un refugio al que dijo se llamaba “La 72”, donde pasó la noche con su familia, pensando en que todo lo peor había pasado, relata, la situación incomoda y de miedo que vivió, pues entre los refugiados en aquel albergue, se encontraban sujetos alcoholizados, que intentaron abusar sexualmente de su esposa e hija.

Al ver lo sucedido, Jaime decidió sacar a su familia rápidamente de aquel lugar, siendo este, el punto de quiebre en el viaje, pues fue allí cuando pensó en rendirse, al ver a sus hijos sufrir, fue lo más doloroso.

“Amor con hambre no dura, jefe, y uno como padre se puede morir de hambre bebiendo agua, pero como decirle a un hijo, no vas a comer hoy, o solamente está este pancito, comete la mitad nomás, fue muy duro.”

Determinación

Sin embargo, fue por eso mismo que tomó coraje para continuar el trayecto, llegando así, hasta la ciudad de Palenque, Chiapas, donde, dijo, encontró un poco más de empatía a diferencia de Tabasco, algo, que agradeció a la población palencana.

Jaime cuenta, que la situación que los obligó a salir de su país fue muy difícil, pues la transición de tener una vida hecha, para después dejarlo todo, lo describió como algo “muy doloros”.

“Pasamos de dormir en una cama a dormir en cartones, a no tener tres comidas para darle a nuestros hijos… es un dolor muy grande por que un pedazo de nuestros corazones está aún en Venezuela, allá esta mi mamá, mi suegra, son personas que merecían tener una vejez digna”, dijo Jaime entre lagrimas.

EN ESPERA

Hoy en día, Jaime es uno de los cientos de inmigrantes estacionados en Palenque, que esperan sus documentos de regularización para abandonar la ciudad y continuar su camino, hacia Toluca, donde asegura, hay personas esperándolos allá.

Redaccion Diario de Palenque

Notas Relacionadas