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De la Libertad

“Marimba que cantas…”
RAÚL VERA
Las tardes del Parque Central del pueblo; se extasían con sones sacados del hormiguillo al golpe de magistrales bolillos ejecutados armónicamente por los Maestros Marimberos: ISAÍAS HERNÁNDEZ PINEDA, HEBERTO ALIP TORRES, CONCEPCIÓN CRUZ ACOSTA y DOMINGO PÉREZ CRUZ.
Estos hombres, aunque vengan cansados de sus trabajos diurnos, se dan tiempo para acicalarse; y, ataviados de blancas camisas, lustrosos zapatos acorde a su pantalón negro y cabellos envaselinados; atraviesan la avenida cargando su instrumento y se adueñan del corazón del Pueblo Mágico.

A tercer golpe del Maestro: ISAÍAS HERNÁNEZ PINEDA, dan comienzo a la algarabía con sones que nos impulsan; primero a tararear la melodía que va saliendo de las ágiles manos, y ya entrados en ánimo, más de uno se atreve a invitar a su pareja y con tímidos pasos da comienzo el baile. Según va subiendo el ritmo de la música, también mi corazón acelera sus latidos y tomando impulso me subo al “Ferrocarril de los Altos”, no sin antes pasar por “La calle Ocho”, y mientras el tren avanza, me entretengo jugando los “Palillos Chinos”.

El címbalo no detiene su amplio repertorio conduciéndonos por el “Camino de San Cristóbal”, “Tonalá” y “Tuxtla”, sonidos conocidos por todo chiapaneco; en un momento comienza a escucharse el aleteo de “El Alcarabán”, y porque no; que vengan “La Tortuga del Arenal” y “El Jabalí”.

La tarde ya se hizo noche y los marimberos nos encaminan “Sobre las Olas”, para que los románticos recuerden épocas pasadas en la sinfonía de aquel compositor mexicano Juventino Rosas.

No pude faltar en esta noche, el recuerdo de Alberto Domínguez, con “Perfidia” y “Frenesí”, obras de altos vuelos que pusieron a Chiapas en la cúspide musical en New York.

No todo era clásico, también interpretaban “La Macorina”, “La Mucura” y otras muy bailables que eran la delicia de Güicho “La Bailarina”.

No olvidamos a aquel público conocedor que se daba cita cada tarde sentados en las bancas tan calientes que era necesario sacar el pañuelo y colocarlo de tapete para paliar el sol que se guardaba en esos asientos; eran esos los tiempos de Don Hernán Avilés, El Profesor Gilberto Gómez Chacón, Doña Candita y su pareja El Beli.

De la marimba hay muchas leyendas sobre su origen y se la disputan fraternalmente Guatemala, Chiapas, Tabasco y Oaxaca entre otros.

El chiapaneco Emilio Rabasa afirma con ese humor propio de su tierra que, ”la marimba es originaria de África, según leí en un periódico de New York y, aunque un periódico (sobre todo si es de New York) no merece mucha fe, a mi me la merece menos el diccionario de la academia al decir que la marimba es una especie de tambor.

“El diccionario coincide sin embargo con el periódico en que es un instrumento africano. Ahora bien, la marimba, como mexicana es chiapaneca, y como chiapaneca nació en los valles de Cintalapa y Jiquipilas, limítrofes de la región llamada la Frailesca, y la Frailesca fue quizá la única región de la provincia en que hubo esclavos traídos del continente negro”. (citado por Carla Zarebska, en su obra: “Destino Chiapas”).

“Nunca tuvimos nada más nuestro que la marimba: con ella nacemos y con ella morimos. Antes de vivir sabemos de su canto en las serenatas de nuestros padres; con ella nos esperan al llegar al mundo, los bautizos, la escuela donde la madera tiene la misma dignidad que el pizarrón o los libros. Los primeros bailables y después los bailes, las manitas sudadas de los novios nuevos, las bodas y las tornabodas, los hijos esperados, los triunfos y los fracasos contaron con su presencia. Los tristísimos viajes al panteón deshojando el tulipán amargo de aquel Dios nunca muere, las luchas populares saludando con sombrero el Himno del agrarista o El pañuelo rojo, según fuera el momento. Las dianas por encargo para ungir candidatos nefastos y Las golondrinas que sellaban nuestra partida en desvencijados autobuses.

Todo viene de allí: del África y los barcos negreros, del corazón, del yólotl, de los barracones dolidos de los esclavos, del sol nocturno de los incendios de los cañaverales, de la guerra y la paz buscada, de la invención de todo un pueblo para construir un instrumento, su instrumento.
¡Ah marimba! Huesuda del alma, puente del diablo, catre de lágrimas, cena de negros, musicanta y generala, compás para el regreso, preciosa celestina, ruta del corazón, yolota nuestra. ¡Carabela!” (Eraclio Zepeda. “De la marimba el son”).

Cuanta letra ha inspirado este instrumento y no podemos omitir el canto del Poeta mayor, el Doctor Rodulfo Figueroa, quien nos dice: “Cuando se llegue el suspirado día/ en que con dedo compasivo y yerto/ cierre por fin mis ojos la agonía/ la marimba tocad/ si no despierto al compás de esta música sublime; dejadme descansar que estaré muerto//.

Ya la noche nos traga en su nostalgia y los marimberos amparados a la luz de una luna equinoccia, se despiden con el himno que nos identifica: “Las Chiapanecas”.

Salud por Los Marimberos Mayas, sin olvidar al Maestro Quintín, que nos saluda desde la lejana estrella que ya es; y nos impele a cantarle:
Al Maestro Quintín.

Hoy destino el oído a la distancia
Que regresa en un címbalo sin son
Y se estrella en el arpegio de la tarde
Como un fardo de notas sin color.

Arrumbado en lo oscuro de tu ausencia
El pautado se desgarra en lentas notas
Y el enjuto atril ha roto en llanto
Que comparte con bolillos ya sin luz.

Omitiste el sonido y el silencio
Enlutando a la dama sinfonía
Todo un drama que sucumbe a la marimba
En silencio sepulcral de vos sin voz.

Raúl de Thesy y RR.
versar 58@hotmail.com.

Redaccion Diario de Palenque

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