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Elecciones históricas

Por: RAÚL CONTRERAS BUSTAMANTE

Los comicios de mañana pasarán a la historia por muchos motivos. Después de la Reforma Política de 1977 que estuvo antecedida de unas elecciones presidenciales en las que participó José López Portillo como único candidato, habremos de vivir el proceso electoral más grande y competido del país.

Debido a una serie de reformas y ajustes de calendarios, además de la elección presidencial, se disputarán nueve gobiernos locales, incluido el de la Ciudad de México y más de tres mil 400 cargos de elección popular.

Será la primera vez que no compita un partido político por sí solo, ya que tres candidatos están siendo postulados por alianzas; habrá un candidato independiente como aspirante a la Presidencia de la República; han estado precedidas por una violencia inédita contra candidatos locales y, además, los candidatos a diputados y concejales seleccionados se podrán reelegir otras tres veces.

Se creó al Instituto Nacional Electoral como autoridad principal encargada de la organización de todas las elecciones del país, que habrá de significar un reto muy importante a este órgano constitucional autónomo.

En esta elección, los ciudadanos de algunas entidades federativas tendrán que emitir su voto hasta en seis boletas electorales diferentes, pues elegirán: Presidente de la República, senadores, diputado federales, gobernador o jefe de Gobierno, diputados locales, ayuntamientos o alcaldías, en el caso de la CDMX.

Otra novedad será la recepción de los votos en una “casilla única”, donde los ciudadanos podrán sufragar por cargos federales y locales.

La acumulación de tantas elecciones, creo que será en demérito de las elecciones locales. La fuerza de las campañas presidenciales motiva a que la mayor parte del electorado ignore —por ejemplo— los antecedentes personales y hasta los nombres de los candidatos a los congresos federal y de su entidad.

Después de once reformas constitucionales al artículo 41 de la Constitución, la regulación de los partidos políticos y los procesos electorales ha sufrido múltiples modificaciones, debido a las experiencias y desconfianza entre los propios partidos.

Las campañas electorales que terminaron el pasado miércoles tuvieron un actor preponderante que, a mi parecer, distorsionó todo el proceso. Me refiero al rol que jugaron las encuestas.

No hubo nada que tuviera tanto peso mediático que estos ingredientes, que dejaron de ser un instrumento de medición y consulta, para transformarse en un factor que determinó el rumbo de las contiendas en los medios de comunicación escrita, redes sociales, así como en radio y televisión.

Desde la capital de la República se predijeron tendencias de probabilidad de voto —de carácter general— para la elección presidencial, a pesar de la enorme diferencia entre regiones, población, condiciones económicas y sociales, y demás aspectos de nuestro vasto territorio nacional.

Los resultados de estas elecciones históricas habrán de demostrar la conveniencia de basar tanta atención y recursos financieros en estos instrumentos, o si volvieron a equivocarse, como en otras muchas ocasiones.

Invito a reflexionar nuestro voto. No se trata ni de partidos ni candidatos, sino de elegir a las personas que estén más capacitadas para desempeñar los cargos que les vamos a encomendar.

Como Corolario, la frase de Winston Churchill: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.

Redaccion Diario de Palenque

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