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El mundo recuerda a la poeta chilena Gabriela Mistral

 El mundo recuerda a la poeta chilena Gabriela Mistral

El mundo literario recordará este lunes los 125 años del nacimiento de Gabriela Mistral, la poeta chilena que introdujo el desgarro latinoamericano en Europa, en los albores del siglo XX.
“Desde que soy criatura vagabunda, desterrada voluntaria, parece que no escribo sino en medio de un vaho de fantasmas”, confesó ella sobre su obra y su vida, las que viajaron por la Patagonia, el desierto chileno y los cafés parisinos.
Gabriela Mistral, la única autora latinoamericana premiada con el Nobel de Literatura, en 1945, escribió siempre al borde del silencio y el abandono, tanto físico como sicológico.
Los poemarios Desolación, Tala, Lagar y Ternura son la base de una obra que buscó la universalidad latinoamericana en los propios terruños en que deambuló su vida largamente solitaria.
En entrevista con Dpa, el fallecido poeta y premio Cervantes chileno Gonzalo Rojas sostuvo que la clave de Gabriela Mistral es que encontró América en su propia tierra, sin tener que ir a Machu Picchu, como su alumno y también premio Nobel Pablo Neruda.
Rodeada por la universalidad
Escritora al borde del silencio, como el mexicano Juan Rulfo, Gabriela Mistral eludió las publicaciones excesivas, privilegiando obras labradas en los parajes más desolados de su tierra y su alma.
Una hacienda perdida en los parajes más australes de América, entre cóndores y caballos, además de una pieza rural en su Elqui natal, son algunos de los testigos de su pasión literaria, que fue siempre un viaje a sí misma y la universalidad que la rodeaba.
Su vida, desde que nació como Lucila Godoy, fue siempre una odisea por los dolores insuperados del abandono de su padre, Juan Godoy, de una violación a los siete años, la muerte juvenil en Brasil de Yin Yin, su supuesto hijo, el suicidio del obrero Romelio Ureta, quizás su mayor amor masculino, y su sospechado romance con Doris Dana, su secretaria.
Relación pendular con su país
El andar de Gabriela Mistral fue también la relación pendular que mantuvo con su país, donde el vulgo y los intelectuales criticaron su falta de estudios universitarios, la excluyeron de antologías poéticas y le otorgaron el Premio Nacional de Literatura 10 años después del Nobel.
Por ello, quizá vivió fuera de Chile gran parte de su vida, como la escritora Isabel Allende, también cuestionada en su país.
“La tierra de América y la gente mía, viva o muerta, se me han vuelto un cortejo melancólico, pero muy fiel, que más que envolverme me forra y me oprime”, diría en sus años finales, antes de que el cáncer acabara con su vida en 1957.
Ello ocurrió medio siglo antes de que el mundo descubriera miles de versos inéditos que su parquedad y exigencia le impidieron publicar en vida.
Toda una obra escondida en cajones que no hizo más que confirmar que su ceño adusto y su misticismo profundo sólo admitían compartir con el mundo los versos más dignos de sus plumas y abismos.

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