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Tren Parlamentario

La dependencia brutal a los EU; ¿cómo zafarse de ella?
VICENTE BELLO
El 10 de junio se acercaba este martes con la vertiginosidad de un gran bólido, y Donald Trump echaba más lumbre ayer a la hoguera cuando dijo que estará aplicándose el arancel del 5 por ciento en el momento en que los dos países estén negociando.
¿Y qué hacía ayer, entretanto, el Congreso mexicano? Reaccionaba a través de Martí Batres Guadarrama, quien desde su condición de presidente de la mesa directiva del Senado ha informado que las comisiones legislativas correspondientes han iniciado el proceso legislativo para la ratificación del Tratado Comercial de México, Canadá y Estados Unidos.
Reaccionaba el Senado desde el punto de vista económico. Y nada decía sobre el plano migratorio.
El Senado mexicano estaría ratificando con prontitud el T-MEC, tan pronto el Congreso estadounidense haga lo propio. Le lectura de este anuncio consistía en dar a entender que se camina en sentido contrario a los pasos de Donald Trump, tan severamente criticado también en el Congreso de su país.
En el Senado volvía a barbotar la afirmación de que Trump juega con esa agresividad contra México porque quiere reelegirse. Y para reelegirse necesita satisfacer a su clientela electoral: el sector de blancos que han visto a México como un eterno enemigo de los Estados Unidos, al que hay que terminar de destruirlo como fue destruido en 1848 con el arrebatamiento de lo que era más de la mitad de su territorio original.
Estos aranceles que pretende aplicar Trump contra absolutamente todos los productos que México venda a Estados Unidos, tienen por motivación el supuesto “no hacer nada” del gobierno mexicano para detener la migración que viene de Centroamérica.
El salvajismo de Trump no tiene madre. Es, el tipo, de una malignidad inédita. Pero lo hace porque, como él, hay millones de estadounidenses que piensan igual y ven a los mexicanos y a los hermanos centroamericanos como una raza inferior.
El supremacismo blanco que ellos practican está sustentada en un racismo histórico, que a su vez sustentó la visión imperialista con que nació Estados Unidos hace más de dos siglos.
México, desde entonces, le ha servido de instrumento fatal para el engrandecimiento no sólo de su territorio sino también de su economía, actualmente 20 veces más grande que la mexicana.
Duele ver a México con las manos atadas. Con poquísimos márgenes de maniobra. Sin lugar a dudas, el grupo que detentó el poder durante 36 años -desde Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, pasando por los panistas Fox y Calderón- entregó tanto al país; subordinó tanto a México a los Estados Unidos, que ahora es de veras muy difícil tener un mínimo de confrontación con los gringos y no perder.
México depende de los Estados Unidos horrorosamente. Verbigracia: más de 50 millones de mexicanos -entre nacidos aquí y los descendientes de éstos nacidos allá- radican y dependen laboralmente de la economía estadounidense.
Este grupo tremendo de mexicanos, a su vez, ha hecho depender con sus remesas a toda la economía nacional, con sus más de 33 mil millones de dólares que envía cada año.
Bancomer calculó en 2018 que las remesas que llegaron a México rebasaron los 33 mil millones de dólares. Y estimó el banco español que en 2019 la cifra aumentará a los 35 mil millones de billete estadounidense.
Centroamérica está exactamente igual que nuestro país, con una dependencia espantosa. Incluso más aguda: Honduras y Guatemala reciben remesas equivalentes a cuando menos la mitad de sus respectivos productos internos brutos.
El presidente López Obrador ha asegurado que cortaría el problema migratorio la construcción de una economía que ofreciera trabajo a millones de centroamericanos. Sólo así no migrarían a Estados Unidos. Pero los gringos, ahora representados por este infame presidente estadounidense, no quiere solucionar de raíz el problema, sino administrarlo para que persista y siga la feroz dependencia y subordinación de los pueblos a las políticas de su país.
La gran mayoría de la gente que migra se va de su país por hambre y por la inseguridad desatada, que alguna vez provocó el mismo Estados Unidos con el insuflamiento de grupos paramilitares que servían para el apuntalamiento de gobiernos títeres de los gringos, y que después se convirtieron en bracos del crimen organizado.
En México la dependencia a los gringos se transfiguró en veneno letal. Los gobiernos afines al país poderoso del norte entregaron la soberanía del país, sin rubor, sin vergüenza, absolutamente.
El crimen mayor en materia de subordinación lo cometieron en 2014, cuando el PRI y el PAN se agarraron de las manos y sacaron en el Congreso la brutalidad de Peña Nieto de abrir el sector petrolero para que volvieran a entrar trasnacionales del petróleo.
Ya están adentro. Dice López Obrador que lo único que queda, por ahora, es que cumplan con sus respectivos contratos, porque no los cumplen, por cierto. Y, para asombro de propios y extraños, estos infames de apellidos Penchyna, Salinas, Calderón, Fox, Peña, Videgaray, Coldwell, Lozoya, hicieron que México importe actualmente el 80 por ciento de las gasolinas que se consumen en el país.
Inauditamente, hicieron que México dependiera de los Estados Unidos todavía más, soslayando, haciendo caso omiso, de que Estados Unidos actúan como arpías, despojando, robando, abusando. Encajan todos esos apellidos perfectamente en la descripción de lo que es un traidor a la patria, sin duda alguna.
¿Qué haría México si, en estos alardes de Trump, ahora incluye el “no te vendo gasolina si no haces esto que te pido”….? Veremos cómo resuelve Amlo este problemón que ahora tiene México.

Redaccion Diario de Palenque

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