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Hablando de historia

Compilación
DOS SIGLOS DE DESCUBRIMIENTOS ARQUEOLOGICOS EN PALENQUE, CHIAPAS.
Arnoldo González Cruz.
Proyecto Arqueológico Palenque.
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Palenque ha sido considerada una de las ciudades más importantes de las tierras bajas mayas noroccidentales, erigiéndose como el centro de una importante unidad política durante el Clásico Tardío (ca 250-900 d. C.), destacándose por su desarrollo urbanístico, por la alta calidad de sus obras arquitectónicas y escultóricas, así como por sus bien conservadas inscripciones glíficas, que muestran diferentes manifestaciones culturales de sus antiguos habitantes.
Dentro de estos complejos arquitectónicos construidos en la ciudad, uno de los más importantes es la Acrópolis, ubicada al sur del Grupo de las Cruces y distribuida sobre dos grandes plataformas. Desde décadas atrás la Acrópolis había sido escenario de varios descubrimientos arqueológicos que incluían algunas tumbas funerarias e inscripciones que revelaban la presencia de un gobernante conocido como Ahkal Mo´ Nahb´ III (71-ca 736 d. C.) Hasta hace apenas diez años era muy poco lo que sabíamos acerca del gobernante Ahkal III. Aunque se aceptaba que había construido algunos edificios (como el Templo XVIII, La Torre del Palacio y el Edificio I del Grupo IV), varios arqueólogos y estudiosos pensaban que su reinado había sido pobre en cuanto a la producción de obras artísticas y arquitectónicas. No obstante, esa errónea suposición se descartó a partir de 1998, año en que comenzó a ser excavado el magnífico Templo XIX, lugar donde fueron descubiertos varias esculturas e inscripciones glíficas. Los registros testificaron que el edificio había sido considerado por Ahkal III, representado en dos de los tableros del recinto. Sin embargo, años después un nuevo descubrimiento cercano a este mismo espacio arquitectónico confirmaría que su reinado inauguró una época de esplendor en Palenque.
En el año 2002, arqueólogos preocupados de que el constante crecimiento de vegetación en el Templo XXI pudiera estar dañando estructuralmente al edificio, decidieron realizar trabajos de conservación y exploración para detener dichos deterioros. Las excavaciones llevadas a cabo en el ángulo noreste del mencionado edificio permitieron localizar un extraordinario tablero esculpido que decoraba la cara frontal de un trono. La escena mostraba a cinco personajes, sus nombres fueron identificados por un breve texto glífico situado cerca de su cabeza, que representaban una ceremonia ocurrida el 22 de julio del año 736 d.C., durante el reinado de K´inich Ahkal Mo´Nahb´ III. El personaje representado en la parte central era el famoso gobernante K´inich Janahb´ Pakal I, también conocido como Pakal II o El Grande, ya fallecido para ese entonces, y cuyos restos mortales yacían en la gran tumba del Templo de las Inscripciones desde hacía medio siglo (murió en 68 d,C).
Pakal fue representado como el portador del instrumento de auto sacrificio sangriento: una larga y afilada espina de mantarraya que sostiene con su mano derecha. Pakal ofrece el instrumento punzante a K´inich Ahkal Mo´Nahb´ III, el gobernante palencano en turno, quien luce un capa de plumas y una diadema sencilla, adornada con lirios acuáticos. Ahkal III le da la espalda, pues atiende a un sorprendente ser sobrenatural con rasgos de roedor y que está ataviado con una capa de piel de jaguar. En el lado derecho del tablero se ubicaba un individuo que fue identificado como U Pakal K´inich, el heredero principal (para ser) Sagrado Señor de Palenque. Dirige su tención hacía otra representación del ser sobrenatural, mismo que le ofrece un atado de plumas y tiras de papel idéntico al que recibe su padre. El joven heredero y Ahkal III aparentemente se autosacrificaron y depositaron su sangre en esos atados, quizá para luego quemarlos (que era la forma habitual de hacer llegar a los dioses las ofrendas de sangre). Con su participación en esa ceremonia del año 736 , U Pakal K´inich confirmó su derecho como heredero al mando (de hecho, sabemos que seis años después, en 742, él ya se había convertido en el señor de Palenque). Los especialistas señalan que este rito de autosacrificio tuvo el propósito de consagrar los nuevos santuarios de las tres deidades de Palenque, los Templos XIX, XX-A y XXI, dedicados al Dios Joven (GI),K´awiil (GII) y K´inich Ajaw Pakal (GIII), respectivamente.
Esta magnífica escultura -además de su mérito estético y calificada como una de las mejores piezas labradas hasta ahora halladas- es una fuente de información arqueológica e histórica muy valiosa que ilustra un episodio muy importante de la historia de Palenque y es un ejemplo de cómo estos objetos permiten a los especialistas reconstruir incidentes vivos de los gobernantes, su linaje o la visión del mundo de quienes los realizaron.
En los últimos siglos, Palenque fue motivo de especulaciones sobre civilizaciones perdidas, de admiración estética y de curiosidad anticuaria. Pero también ha sido fuente de conocimientos sobre el pasado prehispánico, en donde descifrar el lenguaje escrito en las piedras, desentrañar los símbolos de su variado arte y fascinantes esculturas o estudiar sobre su complejidad social ha sido el centro de atracción de arqueólogos y especialistas. Buena parte de estos conocimientos se han adquirido a partir del descubrimiento de pequeños objetos, a veces insignificantes para los ojos inexpertos, así como de grandes e impresionantes hallazgos que han ayudado a reconstruir parte del pasado de los antiguos habitantes de Palenque.
Estos pequeños y grandes descubrimientos arqueológicos se iniciarían a finales del siglo XVIII con las primeras expediciones que llegaron al sitio. Ese interés por la ciudad abandonada le correspondería a Don José de Estachería, presidente de la Audiencia, gobernador y capitán general de Guatemala, quien apoyaría las tres primeras expediciones oficiales a Palenque.
La primera expedición fue realizada en 1974 y estuvo a cargo del teniente José Antonio Calderón, quien proporcionaría las primeras ilustraciones de algunos de los monumentos acompañadas de un pequeño texto. En su informe, Calderón relata su viaje de tres días bajo una fuerte lluvia guiado por indígenas de la región, mención haber encontrado “ocho casas y un palacio” (De la Garza, 1981: 45-46), así como el desmonte y las veredas que abrió le permitieron subir a muchos edificios más, señalando que la ciudad tenía tres o cuatro siglos de abandono y que había sido fundada por los romanos o gente de Cartago, o inclusive por españoles que huían de la guerra contra los moros (De la Garza, 1981: 45-46).

Redaccion Diario de Palenque

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