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¡No soy inmigrante!

 ¡No soy inmigrante!

Por Francisco Álvarez Sanén

El sábado pasado, un primo hermano que aparte es mi vecino, estaba llegando a su casa, cuando se acercó un joven de piel morena cargando una maleta ,y lo primero que le dijo fue: ¡No soy inmigrante!. Posteriormente, le platicó la razón por la cual se acercaba a él, que era conocer donde se podía tomar una combi que los transportara al crucero de Catazajá, ya que estaban desconcertados que todos los transportes públicos que tienen rutas hacia este punto, hacían caso omiso a la petición de ser abordados. Ya entrados en la conversación, compartieron que habían sido abandonados a su suerte por un contratista que los había traído de una localidad cercana a Guadalajara, y que, naturalmente, no les había pagado el sueldo acordado por sus servicios; al verse en tan precaria necesidad, y al no encontrar apoyo en ninguna institución a las que se acercaron, su único recurso era transportarse al citado crucero, para buscar un “aventón” por parte de algún transportista que los acercara a su tierra. Me desconcertó la situación en la que se encontraban, y el egoísmo de la persona que los había engañado, pero lo que realmente me sacudió fue la manera en que abordaron a mi primo, aclarando que no eran migrantes, previniendo un rechazo por parte de él y poder ser escuchados.

Palenque es paso obligado de inmigrantes desde hace años. El paso de “La Bestia” por esta región, y en específico, en la colonia Pakal Ná, ha convertido a nuestra cabecera municipal en punto clave para los que buscan llegar a Estados Unidos o quedarse en México para mejorar la situación económica y social que dejaron atrás en sus países de origen. Durante los últimos años, hemos visto como se incrementa la presencia de estos grupos migratorios, y también, la diversidad racial y étnica que conforma a las oleadas migratorias; parece ser, que la mancha de la pobreza e inseguridad, se extiende por todos los países de Centroamérica y también a las islas antillanas que conforman esta región de nuestro continente. Todo parece indicar que estos grupos migratorios se harán cada vez más grandes, ya que la situación de sus países de origen no cuenta con una solución a corto plazo para la crisis económica y por lo tanto humanitaria, en la que se encuentra la mayoría de su población. Aún recuerdo las palabras de una persona que me acompañaba cuando vimos pasar la manifestación por parte de migrantes que exigían un trato digno y respeto a su legítima necesidad de mejorar sus condiciones de vida, hace apenas unas semanas: ¿Qué tan desesperados deben estar estas personas para abandonar su tierra, hogar y familia, para posteriormente adentrarte en un país desconocido, donde saben de antemano, que van a ser víctimas de discriminaciones, humillaciones, maltratos y todo tipo de situaciones que pondrán en riesgo su integridad física y la de los que los acompañan?

Mientras más se incrementan los flujos migratorios en nuestra región, más se incrementan las condenas y prejuicios en torno a los migrantes. Haciendo un poco de memoria, y tal vez de reflexión, encontraremos infinidad de anécdotas y opiniones, que de antemano condenan la presencia de extranjeros –centroamericanos, afroantillanos- en el país, y por ipso facto, tachan de delincuentes, maleantes o de “maras”, a todo aquel que se aventure a recorrer esta ruta llena de sufrimiento y de muerte. Lo peor de todo, es que el migrante sabe lo que va a encontrar en México, están conscientes que su paso por nuestra región será una especie de juicio sumario, donde de entrada, serán considerados como delincuentes o que tienden a serlo, y por esto, su sola presencia genera desconfianza y miedo en la sociedad; y en otros casos, son víctimas de rechazo por su color de piel, aspecto físico o por la desesperada situación en la que se encuentran. Todos estos comportamientos y prejuicios que nos invaden, ponen en riesgo nuestra convivencia como sociedad.

En Palenque, la discriminación y el rechazo hacia estos grupos migratorios son un reflejo de lo que indígenas y campesinos encuentran en la cabecera municipal. Cada vez más, las comunidades rurales se ven en la necesidad de buscar trabajo y oportunidades en la zona urbana, debido a la falta de trabajo, servicios y la cada vez más precaria situación del campo mexicano; y lo primero que encuentran es el rechazo histórico del que han sido víctimas por siglos, y por otro lado, la necesidad de adaptarse a un estilo de vida totalmente distinto al que dejaron atrás. La discriminación y rechazo que encuentran los inmigrantes en todo el país, la aplicamos a diario a indígenas y campesinos que buscan mejorar sus condiciones de vida en la cabecera municipal. El trato que le damos a los migrantes, es un reflejo de nuestra convivencia en comunidad.

Por eso es urgente aplicar una política de concientización que borre prejuicios y prácticas que ahondan el divisionismo dentro de nuestra misma sociedad; hay que tener en cuenta que efectivamente, las diferencias raciales, lingüísticas, culturales y hasta políticas existen entre los diferentes sectores, pero eso no justifica la discriminación y mucho menos el rechazo generalizado, la clave está en tender puentes para encontrar entre la infinidad de necesidades que existen, y así, una solución que nos lleve a un equilibrio que siembre las bases del bienestar común y por supuesto, que vaya eliminando paulatinamente esa tendencia a discriminar, rechazar, humillar y señalar a todo aquel que se aventure a buscar en la tierra donde nacimos, el derecho que tiene todo ser humano para mejorar su calidad de vida, y la de los suyos.

La discriminación y el fenómeno migratorio es un tema muy polémico y que pocos políticos se atreven a tocar, prefieren eludir estos temas para evitar el debate y dejárselos a activistas de los derechos humanos, o a los grupos católicos que se han preocupado realmente por llevar este argumento a cada uno de sus feligreses, involucrándoles en tareas humanitarias a favor de estos grupos vulnerables. Por eso, es necesario que el tema salga del subterráneo político, y empiece a ser tocado para encontrar soluciones. A casi un año de las elecciones, estamos a tiempo de incluir en todos los proyectos que están puerta el tema migratorio, así como la discriminación y prejuicios que éste conlleva. Posiblemente, en estos temas no haya capital político para explotar, pero a la larga, sembrará la semilla para que en cada contienda electoral surjan candidatos humanistas, preocupados por las necesidades y sufrimiento del prójimo, sin distinguir idioma o color de piel, y que en todo caso, debe ser una característica que todo aquel que aspire a servir debe tener dentro de sus cualidades. Como siempre, nunca es tarde para mejorar nuestro entorno y el de los nuestros.

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